· D o s ·

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Me despierto con un bostezo profundo, removiéndome entre las sábanas finas de color fuego que tan familiares son ahora para mí

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Me despierto con un bostezo profundo, removiéndome entre las sábanas finas de color fuego que tan familiares son ahora para mí. Dejo que perezosamente, uno de mis ojos comience a abrirse para poder comenzar el nuevo día, y me encuentro con Zuko sentado en la silla de enfrente, con la cabeza siendo sostenida por sus manos.

Parece estresado. Y sé el por qué de esto, o al menos, eso creo.

- ¿Estás bien? - pregunto sin pensármelo, sentándome en el borde de la cama. - No tienes una buena cara.

Veo cómo sonríe levemente hacia mí, pero ese gesto de felicidad no llega a su mirada, confirmándome que tengo razón. ¿Será ciertamente por culpa de la reunión que va a tener hoy por la tarde?

- ¿Me vas a decir qué pasa o lo voy a tener que adivinar yo?

- Pesadillas. - responde, restándole importancia. - Una tontería.

- Pues para mí no son una tontería.

Me levanto de la cama y camino lentamente hacia él, colocándome detrás y arrastrando mis manos por su espalda, intentando así relajar sus tensos músculos. Paso a continuación mis manos por los anchos hombros del maestro fuego para luego dejar que caigan en el pecho cubierto por la fina bata, juntando ambas manos a esta altura.

Le doy un corto beso en la mejilla, consiguiendo que él me observe, pero al ver cómo mi acción simplemente ha dejado que esté peor, me asusta. ¿Qué ha soñado exactamente?

- Zuko...

Él suspira con pesadez y frota con sus dedos la palma de mi mano, como si así todo fuera a pasar, o mejor dicho, yo olvidase el tema vigente.

No quiere hablar, y siempre pasa lo mismo. Zuko no es una persona que expresa sus problemas o sentimientos con facilidad, e incluso a mí, algunas veces, me cuesta que comente a cerca de algún problema que sea complejo.

Es una persona muy reservada. Siempre lo fue, y sé que no voy a conseguir que eso cambie.

- Recordé el día de la batalla contra Eran. - dice, y sé de inmediato a lo que de refiere. Mi mente se transporta ahí, y me tenso de golpe, me quedo tiesa en el sitio. - Pero no te alcanzábamos. No... yo no podía salvarte y caías junto con él. Una y otra vez...

Lo rodeo para quedar enfrente de él, cogiendo una gran bocanada de aire como él también hace y me arrodillo, separando sus manos, las cuales han vuelto a tapar su rostro para mí. Sus ojos miel chocan contra los míos marrones cuando sostengo mis manos con las suyas y las desciendo hacia sus piernas, las cuales se encuentran tensas, observando el miedo que aparece en ellos.

- Son todas las noches. De distintas formas pero mueres por mi culpa. Siempre mueres y...

- Zuzu, estoy aquí, ¿vale? - lo freno, soltando sus grandes manos y acunando su rostro entre las mías. - No me va a pasar nada. Ya no más.

Eternos {Zuko y Tú}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora