· D i e c i o c h o ·

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Caminamos por las calles, las cuales son iluminadas por las farolas encendidas y la luz procedente de las casas que nos rodean

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Caminamos por las calles, las cuales son iluminadas por las farolas encendidas y la luz procedente de las casas que nos rodean. Me sorprende el ambiente festivo y lleno de vida que mis ojos captan, donde los niños juegan y los adultos hablan, disfrutando de la velada. Múltiples bares se encuentran abiertos de par en par, completamente llenos de personas como nosotros, que desean cenar con los suyos. Aunque bueno, no se puede decir que nosotros seamos especialmente unidos (al menos no con Legolas y Perry), pero eso da igual. 

Parece que la gente está tan sumida en su momento y en la gente que tiene al lado, con la que charlan, que nadie se percata de la presencia de Zuko, quien entrelaza nuestros dedos, provocando una sensación de calidez dentro de mí. Me siento como una más, no como la novia del señor del fuego, sino como una chica que quiere pasar bien la noche, cenar, y descansar. 

Me siento como en casa, de nuevo. 

- Aquí es. - afirma Zuko, señalando con la mirada el movido lugar. - Cogemos una mesa, seguro que quedan libres. 

Legolas asiente, como si no le importase mucho este tema, a pesar de ser él el que nos acababa de interrumpir.

Pero bueno, no pasa nada, o al menos, eso intento decirme para olvidar lo que sucedió y disfrutar la cena. 

- ¿Y si no quedan? - pregunta Perry, al ver la cantidad de gente. - ¿Esperamos o buscamos otro lugar?

- Hazme caso. Sí que hay. - responde con sencillez el azabache, comenzando a caminar y arrastrándome a mí. 

La verdad, el lugar es hermoso, no puedo mentirme. 

Entramos al interior y, como bien dijo Zuko, hay lugar para nosotros. El camarero nos lleva después de realizar una reverencia (esta vez, sí que supo que era Zuko) hacia nuestra mesa, justamente en una esquina, donde los cuatro nos sentamos: yo al lado de Zuko y Legolas con Perry. 

Las luces son bajas, proporcionando una sensación de un ambiente tímido y agradable. Las velas adornan la mesa, las cuales se encarga Zuko de encenderlas con delicadeza, una que me enamora. Me observa con una sonrisa al notar cómo lo estoy mirando, y yo, en vez de avergonzarme, le sostengo la mirada, con una gran sonrisa, aún mayor que antes. Noto cómo su mano busca de nuevo la mía, la cual se encuentra apoyada en mi muslo y, sin preámbulos, la agarra, volviendo a entrelazar nuestros dedos. 

Este lugar es hermoso. 

Pronto nos entregan dos cartas y dicen que volverán en un tiempo para tomarnos nota, pidiendo las bebidas y retirándose a continuación. Me veo obligada a acabar con nuestras manos enlazadas para sostener la carta con ambas, mostrándosela a Zuko también para que elijamos algo para comer, al igual que hacen Legolas y Perry, a pesar de la mirada del rubio, la cual es fría.

Sigue sin confiar en él, y aún no sé el por qué. Se le ve una buena persona al castaño, ¿qué le verá él como para actuar así? 

No lo entiendo. 

Eternos {Zuko y Tú}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora