· D i e c i s i e t e ·

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- Eres muy mala. - dice Zuko, con una sonrisa ladeada en el rostro.

Acabo por cerrar la puerta con la llave, dejándola en la mesa de la entrada, quitándome la chaqueta y entre tanto, encogiéndome los hombros, divertida.

No soy mala, simplemente... pensé que así gastaríamos menos dinero. Se le llama ahorro. Además, tal vez así Legolas logra relajarse un poco y le coge confianza a Perry, o algo más. Aunque no creo, pero bueno, eso da igual. No soy mala, soy... calculadora.

A quien quiero engañarme, tal vez lo hice para reírme un poco.

Ladeo el rostro, formando un puchero y cruzándome de brazos, como si me doliese lo que me acaba de decir, a pesar de que siento cómo él intenta controlar la risa, al igual que yo, sintiendo cómo las comisuras de mis labios tiran hacia arriba. Contengo las ganas de sonreír al igual que él, mirando hacia cualquier otro lugar.

Por el rabillo del ojo puedo observar cómo Zuko comienza a acercarse hacia mí, y yo me obligo a contener el picor que aparece por mi cuerpo, junto con los nervios y el calor repentino. ¿Soy yo, o el cuarto es demasiado pequeño? Siento que estoy atrapada, mientras que veo levemente cómo está a escasos metros de mí. Pronto noto sus manos resbalar por mi cintura lentamente, conteniendo un jadeo en mi boca y las ganas de darme la vuelta para encararlo, pero sé que estamos muy cerca y, como me de la vuelta, nuestras narices chocarán.

Sus manos suben hacia mis brazos cruzados, y una de estas agarra la mía, alejándola y haciéndome girar sobre mis pies, gesto que hace que una gran sonrisa aparezca en mi rostro, una la cual cualquiera que estuviera viéndonos desde el exterior, pensaría que estoy locamente enamorada de él. Algo que sinceramente no puedo rebatir, porque este chico me tiene completamente perdida. No sé cuando empezó a hacerme sentir de esta manera, pero ahora no creo poder vivir sin él.

Suelto una carcajada cuando me quedo quieta, uno enfrente del otro, mirándonos a los ojos. Puedo ver el miel de los suyos oscuros, la pupila dilatada y el deseo trasmitirse por ellos, provocando una corriente eléctrica que atraviesa todo mi cuerpo al recordar los lugares donde esa boca besó y esas manos tocaron. Dios, me voy a morir si sigue mirándome así.

No suelta nuestras manos, pero sí comienza acercándose hacia mí lentamente, como temiendo poder asustarme y que salga corriendo si hace algún movimiento brusco, pero sé que ahora mismo, estoy tan atrapada entre sus brazos, entre todo él, que no podría alejarme, pasase lo que pasase e hiciese lo que hiciese. Con la mano libre me rodea la cintura, casi tocando mi culo, sensación que me congela y a la vez me calienta más. ¿Cómo dos cosas tan contrarias, pueden estar juntas?

Nosotros. Fuego y agua. De distintos universos. ¿Cómo es posible que me sienta tan complementada con él? ¿Tan viva? Tal vez, es cierto, y los extremos se atraen.

Eternos {Zuko y Tú}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora