Lo he dicho.
Se lo he dicho finalmente, y por su expresión, creo que hice lo correcto. Parece atónito, fuera de sí, y su enfado ha desaparecido de golpe para dar pie a la confusión, y no lo culpo. Seguramente él pensaba que le estaba engañando con otro, y si fuera al revés, juro que yo no tendría tanta paciencia como él, y lo habría congelado contra la pared, llamado a los guardias y exiliado de la nación (bueno, no, pero ya me entendéis), así que me siento más relajada cuando observo que, tal vez, la tensión de hace unos momentos ha desaparecido.
Trago duro mientras espero que reaccione de algún modo, pero no lo hace, sino que continúa con sus manos apoyadas fuertemente en mis hombros, observándome a los ojos con sorpresa. Sus músculos están tensos, y se nota porque se le marcan a pesar de tener la ropa por encima.
- Lo siento mucho. - es lo único a mayores que soy capaz de decir, porque aún siento las lágrimas queriendo salir.
Me sentía tan insignificante minutos atrás...
- ¿Quién es? ¿Se trata de una amenaza para la Nación? - pregunta, fuera de sus pensamientos finalmente.
- No. - niego también con la cabeza. - Es Legolas, un elfo procedente del Señor de Los Anillos.
- ¿Por qué parece que tú siempre sabes todo? - murmura más para sí mismo que para mí, separándose con tensión en el cuerpo para empezar a pasear por el cuarto, mientras masajea su rostro y peina con estrés su despeinado oscuro cabello. - ¿Por qué no me dijiste nada? ¿Sabes lo mal que lo pasé acaso, __________?
Está furioso, lo tengo claro. Mi labio inferior tiembla, mi garganta escuece mientras escucho sus gritos y temo volver a llorar aquí mismo, porque antes fue controlado, pero ahora prometo que si una lágrima cae, no va a ser de forma controlada.
Pero no lo culpo. Me lo merezco.
- No, y sé que decir lo siento no arregla nada pero... te prometo que nunca fue mi intención. - y aquí, exploto.
Lloro, y no silenciosamente que se pueda decir. Me derrumbo en el sitio, y para esconder el rostro, lo apoyo en mis manos, negando con la cabeza. Algunos dirán que es una tontería, y son una sensible, pero si estuvieran en mi piel no creo que piensen lo mismo. Por dios, llevo un día horrible, y lo que menos necesitaba era escuchar esto, tener que enfadarme con Zuko. Bueno, no, mejor dicho; ver cómo Zuko está enojado conmigo.
Me hundo en mi desesperación, por tantas cosas que ni siquiera sé realmente una en particular. El día parece que no puede empeorar, y mira que me he visto en situaciones apremiantes tiempo atrás. Entonces, siento cómo algo me rodea, algo familiar y cálido, el cual pronto sé que se trata del mismísimo maestro fuego.
Siento sus fuertes brazos sostenerme, y su fragancia ser inalada por mis fosas nasales, deleitándome. Rápidamente me relajo, quedándonos así, en silencio, uno muy distinto al que habíamos experimentado minutos atrás. Tenía tantas ganas de poder abrazarlo... que ahora ya no quiero recordar lo que estábamos hablando y hacer como si nunca sucediera, pero no es posible. Él se aparta antes de lo que quisiera, dejándome mocosa y seguramente con un aspecto deplorable, pero a Zuko no parece importarle lo más mínimo, porque acuna mi rostro entre sus manos y limpia mis lágrimas con el pulgar de estos con delicadeza, lentamente, sin prisa y sin romper nuestro contacto visual.
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Eternos {Zuko y Tú}
FanfictionSegunda parte de Lazos de Fuego Las cosas parecen ir bien; Zuko y yo estamos juntos, he vuelto al mundo de Avatar, soy feliz con mis nuevos amigos... No me puedo quejar de nada, es todo lo que quise siempre. Pero la eternidad no existe. Nada perman...