· T r e s ·

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No, no y no...

¿Qué hace aquí? ¿Por qué está aquí? ¿Cómo llegó aquí? No tiene sentido, es imposible, no debería de estar aquí, sino en un barco. Buscando lo que quiera que sea, con sus compañeros, en medio del mar, en el Universo de El Señor de los Anillos... En la tierra media... No aquí, cualquier lugar menos aquí. En la Nación del Fuego, donde no pertenece...

Estoy paralizada, observándolo con los ojos abiertos, sin decir una palabra. El agua que tenía sostenida entre mis manos lista para atacar si era necesario se ha desparramado tan pronto como me di cuenta de quién era. Es decir, de toda la gente de este Universo que podría ser, un simple ladrón, tenía que ser esto, ¿no?

Toda mi relajación, o al menos, la que estaba buscando ha desaparecido. Estoy en shock, intentando asimilar lo que está pasando, pero no puedo. Soy incapaz, porque mi cabeza solo repite una y otra vez que no puede estar pasado esto. ¿Acaso no acabé con la máquina? Lo hice, claro que lo hice, lo recuerdo a la perfección, no pudo ser un sueño... Pero aun así, Legolas no es de mi mundo, es de otro, de una película, de unos libros...

Me llevo las manos a la cabeza, caminando hacia atrás sin poder reaccionar al hecho que estoy viviendo. Pensé que las cosas se habían solucionado, que nada malo podría pasar de nuevo, que cuando derroté a Eran la paz se asentaría para siempre... Pero no está pasando, porque una persona de otro lugar acaba de aparecer mágicamente aquí, como yo hice, y no sé cómo actuar al respecto. ¿Acaso la presencia de él significa que un mal mayor va a aparecer, y necesitamos también su ayuda? ¿De cuántos más?

Dios, creo que necesito respirar. Necesito relajarme.

No pueden saber lo que yo sé.

Abro los ojos al darme cuenta de esto, así que obligando a mi cuerpo a reaccionar, aparto el hielo que formé en sus pies para levantarlo. Veo cómo abre la boca para decir algo, pero antes de que pueda pronunciar palabra alguna, lo agarro por la muñeca y lo arrastro conmigo a un lugar donde podamos estar solos. Donde podamos hablar solos y que me explique cómo ha llegado aquí.

La gente habla detrás de nosotros, y me obligo a decirles que me encargaré de él y que vuelvan a sus asuntos, que no pasa nada, aunque es completamente falso. Debería de hablar con Zuko de esto, pero creo que ahora mismo él tiene demasiadas cosas en las que pensar y esto debería de arreglarlo yo. Al fin y al cabo, está sucediendo algo parecido a lo que pasó conmigo, ¿no?

Cuando creo que estamos en un lugar idóneo, freno y miro a nuestro alrededor, soltando el aire contenido mediante un suspiro y deseando que mis nervios desaparezcan.

- ¿Dónde estoy?

Genial, cómo recuerdo esa pregunta salir meses atrás de mi boca. Qué recuerdos más agrios me parecen en este momento.

- En la Nación del Fuego. - respondo, mirándolo a los ojos.

Percibo el miedo en su mirada, junto con la duda que lo carcome al no saber qué está sucediendo. Quiero preguntarle, machacarlo hasta que me diga algo que me sea de ayuda, pero sé que ahora mismo no es el momento idóneo. Está desubicado, tiene miedo y no sabe qué hacer, así que debo dejarle a él preguntar, porque entiendo su reacción.

Eternos {Zuko y Tú}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora