• C u a t r o •

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El sol comienza a esconderse, dando paso a la noche, a la luna. A Yue. Y sólo espero llegar cuanto antes al palacio y sentarme enfrente del estanque de patos-tortuga, o en mi cuarto, me da igual en verdad, cualquier lugar silencioso valdrá creo yo, y poder así contactar con ella.

Eso es lo único que rebota entre las paredes de mi mente, nada más, no hay espacio ni tiempo para pensar en otra cosa, por eso corro, sin mirar atrás y repitiéndome una y otra vez a mí misma el nombre de la princesa difunta.

De la luna que hoy adorna el cielo.

¿Cómo voy a conseguir contactar con ella, ahora que me doy cuenta? Siempre que lo intenté, lo conseguí por suerte, sin un plan previo, y ni siquiera cuando intentaba seguir los pasos que creía que hacía Aang, pero no funcionó, nada parece hacerlo.

- Te voy a necesitar amigo. - comento, mirando hacia donde se encuentra mi pequeño dragón.

Bueno, crecidito, mejor dicho.

Colmillos suelta un gruñido, o al menos un intento de este, dando un salto y girando sobre sí mismo, sacando la lengua fuera después de esto.

No sé, pero tal vez me sea de utilidad. Además, no será tan solitario el tiempo que pase ahí, y Colmillos es buena compañía, así que... ¿cual es el problema? Ninguno.

Además, ahora ya está.

Me siento sobre el mullido césped y suelto un pesado suspiro cargado de tensión. Porque así es como estoy: tensa y cansada. Los párpados quieren caer y tapar mis ojos, y los músculos de vez en cuando amenazan con fallar y dejarme caer al suelo. El día de hoy ha sido demasiado complejo, duro y angustioso, entre muchas más cosas, por eso mismo cuando mi cuerpo puede descansar sobre el campo, no puedo sentirme mejor.

Colmillos corre y se acomoda al igual que yo, pero él entre mis piernas, encima de la falda la cual tapa mis morenas piernas. Suelta un bostezo enorme que le abre toda la mandíbula y muestra sus grandes colmillos que empiezan a salir con rapidez para después quedarse dormido.

Bueno.

Mucha ayuda no me va a ofrecer ahora que me doy cuenta.

Igualmente, sonrío enternecida al ver al pequeño, acariciándolo para luego colocarme y ponerme en la posición correcta.

- Ahí te voy Yue. - murmuro, mirando hacia el despejado cielo.

Cierro los ojos y me quedo en silencio, pero ya.

Nada más.

No sé si tengo que pensar en algo en especial o simplemente... quedarme así.

Las otras veces fue por casualidad, o mejor dicho, ella me encontraba a mí. Nunca (o al menos ya no lo recuerdo) logré encontrar la manera de llamarla. De traerla hasta mí.

Eternos {Zuko y Tú}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora