Capítulo 36

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Es viernes por la noche y después de una semana larga y agotadora en la oficina, algunos compañeros de trabajo decidieron ir a celebrar el fin de semana yendo a cenar juntos a uno de los restaurantes más exclusivos de Londres. No es algo que solemos hacer con frecuencia, aunque esta vez James decidió unirse a nosotros.

Después de salir de la oficina nos dirigimos al restaurante, y al entrar puede observar la elegancia que tiene el lugar. El ambiente esta exquisitamente decorado en tonos dorados y lo que más me llama la atención son una especie de candelabros que cuelgan del techo que le dan un toque de sofisticación. Las mesas están dispuestas de manera impecable, con una fina cristalería y cubiertos también en tonos dorados relucientes.

Mientras nos acomodábamos en la mesa, James nos sorprendió al pedir una botella de champán para todos.

-Por un trabajo bien hecho esta semana -dice con una sonrisa en su rostro.

Durante la cena, la conversación fluía con naturalidad entre todos nosotros. Hablamos de todo, desde planes para el fin de semana hasta chismes de la oficina y anécdotas divertidas. A medida que la noche avanzaba, me di cuenta de lo agradable que es poder estar rodeada de estas personas. Creo que nunca me he sentido tan bien como ahora desde que estoy aquí en Londres.

Cada risa, cada plato delicioso que probábamos y cada historia compartida han contribuido para hacer de esta noche una buena experiencia. De repente, me sorprendí a mí misma sonriendo genuinamente, algo que no recordaba haber hecho en mucho tiempo.

Me doy cuenta de que algo he avanzado en este tiempo. Londres me está enseñando que hay nueves perspectivas, y me está introduciendo a un mundo completamente diferente al que conocía.

La cena llego a su fin y nos despedimos los unos de los otros. Iba a ponerme en marcha de regreso a casa cuando James me detuvo.

-¿Me dejas llevarte a casa?

Me quedé unos segundos pensando, pero decidí aceptar y caminamos juntos hacia su auto.

-¿Qué planes tienes para mañana?

-Pues había pensado en ir alguno de los museos que aún no he visto en la ciudad.

-¡Oh, genial! ¿Cuál tienes en mente? ¡Hay tantos museos increíbles en Londres!

James parecía emocionado con la idea, y eso me contagió un poco de entusiasmo. No tenía muy claro cuál museo quería visitar.

-Creo que me gustaría visitar el Museo de Historia Natural. He escuchado que es impresionante.

-Es un museo increíble, te va a encantar. ¿Te gustaría que fuéramos juntos?

-¿Me estas pidiendo una cita?

James se ríe ante mi pregunta y sacude la cabeza.

-No, para nada. Solo quiero acompañarte y mostrarte uno de los museos más fascinantes de la ciudad.

Sonrío ante su propuesta y finalmente asentí.

-Entonces será genial que me acompañes.

James me dejó en casa varios minutos después y antes de despedirnos, me dijo que pasaría a las once a buscarme a casa.

Al día siguiente, me preparé para nuestra visita al museo. Me puse la mejor ropa que encontré para sentirme cómoda y guapa al mismo tiempo. A las once en punto, el timbre sonó y allí estaba él, con una sonrisa en el rostro y listo para empezar el día.

Caminamos juntos hacia el museo, charlando animadamente por el camino. James me contó detalles interesantes sobre la historia del lugar y algunos datos curiosos que había investigado previamente. Me impresionó su conocimiento y su pasión por el arte y la cultura.

Finalmente, allí estábamos frente a la imponente fachada del museo. Al entrar, quedé maravillada por la grandiosidad de las instalaciones y por la cantidad de información y objetos fascinantes que albergaba. Pasamos horas recorriendo las salas, observando fósiles, esqueletos de dinosaurios y exposiciones sobre la evolución de la vida en la Tierra. Recorrimos las salas dedicadas a la evolución de las especies, la geología, la paleontología y muchas otras temáticas que despertaron mi curiosidad y asombro. Nos deteníamos en las piezas que más nos llamaban la atención. Conversamos sobres nuestras impresiones y opiniones, intercambiando ideas e interpretaciones.

Al mediodía, decidimos hacer una pausa para almorzar. Nos sentamos en el café del museo y continuamos conversando como si nos conociéramos desde siempre. Es extraño, pero hay una química a la hora de hablar que cada vez me siento más a gusto con su compañía.

Después de comer, regresamos al museo para explorar las últimas salas que nos quedaban por visitar. James me llevó a una exposición especial sobre la antigua civilización egipcia, una de mis épocas favoritas de la historia. Quedé maravillada con las momias, sarcófagos y artefactos que se exhibían allí, y James me contó anécdotas fascinantes sobre la vida en el antiguo Egipto.

Finalmente, llegamos al final de nuestro recorrido por el museo. La intención era irme a casa, pero James me mira a los ojos con una expresión seria antes de marcharme.

-¿Te gustaría salir a cenar esta noche? -me pregunta, con un brillo de emoción en su mirada.

Me quedo algo sorprendida por su propuesta. Llevamos todo el día juntos y aún quiere seguir pasando tiempo conmigo. Aunque mi mente se niegue a pensarlo, en el fondo sé que James creo que está empezando a sentir algo por mí. Y esa idea me atemoriza. No puedo negar que pueda sentirme atraída por él. Su sonrisa, sus ojos y su forma de ser pueden cautivarte, pero ahora mismo no me siento capacita para tener algo con alguien. No puedo. Aún no.

-Lo siento James, pero me siento un poco cansada y creo que es mejor que regrese a casa y descanse -respondo, tratando de ser lo más amable posible.

-Entiendo, no hay problema -dice con compresión, aunque puedo ver una leve decepción en sus ojos -Nos vemos el lunes entonces -añade, antes de darme un beso en la mejilla y despedirse.

Caminando de regreso a casa, no puedo evitar darle vueltas a mi mente.

¿Debería darle una oportunidad? ¿Debería permitirme abrir mi corazón?

Por más que lo piense, creo que mi respuesta no va a cambiar por el momento. Me siento vulnerable. Tengo miedo a volver a sufrir y este último año casi acaba conmigo por todo lo que he tenido que pasar. No puedo evitar recordar las noches en vela, las lágrimas derramadas y la sensación de dolor y soledad que me invadió meses atrás. No quiero volver a sentirme así, no puedo poner en riesgo lo que queda de mi corazón.

Finalmente, llego al final de una calle y espero pacientemente a que el semáforo se ponga en luz verde. Observo a las personas de la acera opuesta, tratando de no perderme en mis propios pensamientos. Las personas van y vienen, algunas solitarias, otras en grupos, algunas con prisa y otras caminando tranquilamente. Después me detengo en aquellos que están paradas también esperando a que el semáforo cambie de color. Repaso sus rostros uno a uno, veo a una mujer mayor con gafas de sol, a un joven con auriculares, a un niño que juega con su juguete. Sigo mirando detenidamente.

Y entonces, de repente, en un abrir y cerrar de ojos, todo se detiene. El tiempo se congela en un instante fugaz, dejando el silencio ensordecedor envolver el ambiente. Mi corazón parece detenerse, creando un vacío angustiante en mi pecho. Mis manos se hielan y una corriente eléctrica intensa recorre mi cuerpo, dejándome paralizada. 

Mis ojos se encuentran con los de alguien más. 

Unos penetrantes y profundos ojos verdes me observan desde el otro lado de la calle, desencadenando una avalancha de emociones en lo más profundo de mi ser. 

Sr. MagnateDonde viven las historias. Descúbrelo ahora