En este instante, todo a mi alrededor desaparece. Solo existe ese efímero momento en el que nuestros ojos se encuentran. Puedo sentir como si el mundo entero se desvaneciera. Noto como mi alma se agita dentro de mí, buscando desesperadamente una explicación a lo inexplicable.
El no poder creer que sea él.
El hombre que acabó destrozando mi corazón en mil pedazos por sus mentiras, sus engaños.
Mi mente no puede procesar la realidad de su presencia y mis emociones se arremolinan dentro de mí, sin control. Las lágrimas comienzan a brotar de mis ojos, abrumados por la intensidad que me embargan. Nunca imaginé que volvería a verlo, al menos por un largo tiempo y mucho menos que estaría aquí, frente a mí, desafiando lo que le ordené aquella vez.
Mi corazón late tan fuerte que parece que va a salirse de mi pecho. Siento que me ahogo, que no puedo respirar y cuando me quiero dar cuenta estoy comenzando a correr calle abajo sin rumbo alguno, tratando de huir de aquella presencia que me ha dejado sin aliento. Mis pensamientos se agolpan en mi mente, confundiéndose unos con otros, incapaces de encontrar una salida clara a esta situación.
Preguntas martillean en mi cabeza mientras mis pies siguen avanzando, sin detenerse. Intento escapar de la tormenta de emociones que me embarga, pero siento como si una fuerza invisible me empujara hacia él, como si estuviera destinada a enfrentarme de nuevo a esta situación.
Finalmente, llego a un callejón solitario y me dejo caer de rodillas en el suelo, dejando que las lágrimas sigan fluyendo libremente. Me siento derrotada, herida y vulnerable. No imaginé que mi reacción al volver a verlo pudiera afectarme tanto como estoy en estos momentos.
Cierro los ojos con fuerza, intentando encontrar la calma que tanto necesito, pero no la encuentro. Trato de respirar profundamente, de controlar mis emociones y pensamientos, pero tampoco lo consigo. Abro los ojos y la imagen de una sombra se acerca por el callejón. Levanto más la mirada y lo veo ahí, con una expresión que no logro descifrar, como si temiera espantarme. Me mira fijamente, con esos ojos verdes que he deseado tantas veces.
Consigo levantarme del suelo. Y en ese instante, siento una oleada de emociones atravesar mi ser, recordándome la traición que nos separó. Una vez más, me enfrento a la realidad, de las heridas que quedaron abiertas en mi corazón. El dolor que sentí en aquel entonces vuelve a mí con fuerza, recordándome lo mucho que sus mentiras me marcaron.
Sin embargo, no puedo permitirme ser débil. No puedo permitir que él entre en mi vida para destrozarla una vez más. Tengo que ser fuerte, tengo que protegerme a mí misma de sus mentiras y engaños. Tengo... tengo tantas cosas que decir que ya no veo con claridad. Todo se disipa, mi vista se va nublando poco a poco hasta que siento como mi cuerpo se desvanece. Pero antes de desplomarme por completo, unos brazos me detienen y evitan que impacte contra el suelo.
Despierto con un zumbido en mis oídos, mi corazón late desbocado y una sensación de desorientación invade todo mi ser. Abro lentamente los ojos y me encuentro en una habitación blanca y gélida, sin reconocer dónde estoy. Poco a poco mi mente comienza a recordar lo que sucedió. Recuerdo el callejón, el mareo, el desmayo... Y entonces, asomo mi vista hacia la derecha y allí lo veo. Contemplando impasible por la ventana, imponente y elegante en su traje negro perfectamente cortado. Sus manos profundamente hundidas en los bolsillos, su mirada perdida en el horizonte inalcanzable. Parece como si estuviera planeando algo en su mente.
De repente, como si hubiera sentido mi presencia, se da cuenta que he despertado y se gira hacia mí. Sus ojos verdes me atraviesan con intensidad. Mi respiración se acelera al instante, sintiendo un escalofrío recorrer mi espalda.
Sin decir una palabra, se acerca a la cama con paso firme y se inclina hacia mí. Puedo sentir su aliento cálido en mi rostro, su aroma embriagador invadiendo mis sentidos. No puedo apartar la mirada de sus labios entreabiertos, esperando que diga algo, que rompa el silencio que se insta entre nosotros. Pero no lo hace, no dice nada.
-¿Qué haces aquí? - reúno el valor de preguntar. Por el contrario, él no dice nada. Solo me mira fijamente. Y entonces recuerdo lo que le advertí la última vez que nos vimos. -Puedes hablar -doy una débil señal con la cabeza, permitiendo que pueda hacerlo.
Sigue en silencio observándome hasta que sin previo aviso desliza su mano por mi mejilla, acariciándome con ternura. Sus labios se curvan en una leve sonrisa y finalmente rompe el silencio haciendo que por primera vez en mucho tiempo vuelva a escuchar su voz.
-¿Cómo estás? -pregunta con un tono suave.
-No has respondido a mi pregunta.
Alza un leve suspiro antes de responder.
-Te daré la respuesta, pero antes necesitar descansar un poco más.
Me quedo mirándolo, esperando que diga al más en su frase, pero él se levanta y se dirige hacia un sofá en una de las esquinas de la habitación. Observo cómo se sienta con la mirada perdida en algún punto invisible. Luego levanta la mirada de nuevo hacia mí, sus ojos brillan con intensidad. Vuelve a levantarse y finalmente decide hablar de nuevo.
-Debí haber esperado más tiempo. No creía que volverme a ver te afectaría tanto.
-¿Por qué has vuelto?
-Bella, necesitamos hablar. Pero ahora no es el momento -dice y por una vez estoy de acuerdo en eso. Ahora no creo que sea el más adecuado. Me siento débil, sin fuerza para nada. -Iré a llamar al doctor.
Luego de que se fuera, la espera no se hizo eterna ya que no tardó mucho en volver a venir acompañado por el médico. Este revisó que todo estuviera bien y me receto algunos medicamentos para el malestar. Mientras tanto, Liam permanecía en silencio, observándome con preocupación en sus ojos. Después de que el médico se retirara, recogí mis cosas y salimos del hospital juntos.
-Entiendo que igual no quieras verme, y probablemente me odies, pero por favor, déjame acercarte a casa.
A regañadientes acepté su oferta solo por el cansancio que me abrumaba en ese momento.
El trayecto de regreso fue silencioso, solo interrumpido por el sonido del motor y el suave murmullo de la radio. A medida que nos acercábamos a mi casa, me doy cuenta de algo crucial.
-¿Sabes dónde vivo? Ya lo has investigado, ¿no? Porque ni siquiera me lo has preguntado.
No responde. Mantiene su vista centrada en la carretera y yo lo único que hago es soltar un suspiro.
Una vez llegamos a mi casa, desciendo del auto sin decir nada. Sé que hoy no es el día en que vayamos hablar. Mientras camino hacia la puerta, siento su mirada clavada en mi espalda, como si tratara de comunicarse conmigo sin pronunciar una sola palabra. Antes de entrar, me detengo y me giro lentamente para encontrarme con sus ojos. En ese momento, sin ningún tipo de comunicación verbal, sabe que esto es una despedida. Sin más demora entro en casa y cierro la puerta tras de mí. Desde el otro lado escucho sus pasos alejándose poco a poco hasta que el silencio se apodera del lugar.
Me dejo caer en el sofá, cierro los ojos y trato de recomponer mis pensamientos. Después de un rato, me dirijo hacia la ventana. Miro hacia afuera y puedo ver cómo aún su coche sigue ahí fuera. No se ha marchado. Una sensación de nostalgia me invade, recordando los momentos que vivimos juntos, los buenos y obviamente los malos. Mi corazón se debate entre el deseo de huir y el deseo de enfrentar esta situación de una vez por todas.
Asique decido que es hora de hacerle frente a todo. Tomo una decisión que puede cambiarlo todo. Vuelvo a colocarme mis zapatos para bajar de nuevo hacia su coche y me preparo para lo que sea que venga.
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Sr. Magnate
RomanceBella Harvins, una hermosa joven de 22 años que está a punto de acabar la carrera en la universidad consigue una beca para realizar unas prácticas en una de las empresas más importantes de Atlanta. Rogers Coorporation. Lo que no espera es que el her...