FRUSTRACIÓN

6.8K 1.1K 50
                                    

Buenas flores, como avisé en redes esta semana solo habrá un capítulo más largo del normal que sería como dos unidos jejeje que lo disfrutéis y nos vemos el martes!!!

Aquel era el tercer margarita que llevaba a mis labios mientras el tío del gimnasio no dejaba de hablar de inteligencia artificial y todo lo que se podía conseguir con ello

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Aquel era el tercer margarita que llevaba a mis labios mientras el tío del gimnasio no dejaba de hablar de inteligencia artificial y todo lo que se podía conseguir con ello. En el momento que le advertí de que era residente de neurología, pareció encontrar la veda hacia una conversación interesante para ambos, así que mientras él hablaba de chips cerebrales que lograrían dar un avance a la humanidad y provocaría la revolución del mundo tal y como lo conocemos, yo solo era capaz de pensar en las últimas palabras de Andrei justo antes de perderle de vista.

«Nadie que te presione, que te agobie, que te coloque en una posición incomoda. Alguien que te complazca hasta límites inalcanzables, que finja que no te importa, que esté cada vez que le llames, que te haga gritar de placer cada vez que te toque...»

Alguien que no era el tío que tenía delante.

Sentí la presión en mi pecho ahogándome a la par que una brutal y apabullante percepción de vacío inmenso. No era que Andrei tuviera razón, que la tenía, sino que llevaba años negándome a aceptar que eso era lo que quería y él, precisamente él, había tenido que decirlo para que me diera cuenta.

¿Como era posible que me conociese de ese modo? Nunca le he permitido acercarse lo suficiente, de hecho, ni siquiera sabía que le gustaba cocinar o que tenía alguna inquietud que no fuera él mismo, la empresa familiar o los coches de lujo.

¿De verdad creía conocer a Andrei como pensaba?

Mi teléfono vibró con la entrada de un mensaje, vi en la pantalla que era Irina, pero aquello me dio la excusa perfecta.

—Lo siento muchísimo, creo que tendremos que continuar otro día, hay una urgencia en el hospital y tengo que ir enseguida, pero ha sido un placer conocerte —dije levantándome mientras cogía la bolsa del gimnasio.

—Vaya... es una pena, supongo que te veré por el gimnasio —mencionó desconcertado.

—Por supuesto —sonreí—. Espero que la próxima vez no nos interrumpan —agregué acercándome para darle un beso en la mejilla—. A la siguiente invito yo —afirmé antes de alejarme y salir del local que no estaba demasiado lejos del gimnasio y por tanto, del apartamento de Irina.

Con el móvil en mano abrí el mensaje de mi amiga en el que me preguntaba simplemente que tal estaba y si los turnos dobles estaban acabando con mi vida porque apenas le había hablado desde que me fui de su casa.

«Estoy acostumbrada, no te preocupes. Por cierto, ¿Puedes darme la dirección de Andrei? Me dejé una cosa en su coche y necesito recuperarlo»

Mi excusa era absurda, pero suponía que Irina no sospecharía nada teniendo en cuenta lo mal que nos llevábamos. Antes de coger el ascensor que me llevaba hasta el piso donde residía el apartamento tenía la dirección en mi teléfono.

El Diamante RusoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora