Agradecí estar sentada o habría sentido como mis piernas flaqueaban y perdía el equilibrio para caer al suelo sin posibilidad de frenada.
—Es broma, ¿no? —dije completamente absorta.
No podía ser de otro modo, ¿Como podría siquiera pensar en esa posibilidad? Debía tratarse solo de un juego para él, uno en el que estaba probando mi paciencia.
—Para mi el matrimonio no es más que una transacción comercial por muchos adornos que quieran ponerse sobre amor eterno o complicidad. No quiero perder mi tiempo en una relación infructífera o acabar en un divorcio donde lo único que importará es la cuantía que logre alcanzar en un bufete de abogados. Estoy planteando un acuerdo que nos interese a ambos, nada romántico, ni que implique una relación real. Tu serás libre para proseguir tu vida y yo la mía. Los dos ganamos y los dos obtenemos lo que deseamos. En nuestro círculo social no hay cabida para esas payasadas románticas o creer que encontrarás a una persona con la que compartir el resto de tu vida que te desee de forma incondicional. Tu y yo sabemos lo que queremos y que no habrá terceras personas que nos lo impidan, así que podemos dejarnos de esas pamplinas y beneficiarnos de este pequeño malentendido a nuestro favor.
Le escuché atentamente. Cada palabra y frase adquiría un sentido frívolo respecto al matrimonio, pero también un sentido real de quien había meditado esa observación a fondo.
—¿Desde cuando te planteas convertir esto en un matrimonio real? —exclamé señalándonos a ambos.
—La idea comenzó a tomar forma cuando tu padre sugirió transferir su empresa a mi nombre y asociarse con Komarov tras la ceremonia.
Respiré hondo y miré hacia otro lado. No podía insultarle y decirle lo que me parecía aquella atrocidad porque estaba siendo completamente sincero. Era Andrei siendo Andrei, un cretino insolente que solo pensaba en sí mismo y en su propio ego. Solo quería la empresa de mi padre, yo le importaba menos que un chicle en el zapato, pero eso había sido así desde siempre por lo que no debería afectarme o enfurecerme. Proponía aquella transacción como algo conveniente para mi, pero ambos sabíamos que realmente mi compensación era mínima teniendo presente lo que él obtenía con aquello.
—¿Así que tu propuesta es pasar por el altar con un acuerdo que impida solicitar el divorcio y nos una de por vida? —gemí—. No gracias, no soy un objeto valioso de intercambio ni pienso renunciar a mi integridad.
No era una cuestión de creer en el amor, en encontrar a alguien para compartir el resto de mi vida o en que soñara con una boda real junto a alguien con quien crear sueños y anhelos... desde luego aquello no era para mi, cada vez lo tenía más claro, mi dedicación estaba ligada a mi vocación por la profesión que ejercía y eso no iba a cambiar. Puede que una parte minúscula y pequeña creyera que aquella propuesta no parecía tan descabellada solo porque de ese modo obtendría una libertad y posición que hacía tiempo deseaba, la influencia de mi padre sobre mi terminaría, pero en cambio tendría el yugo de la traición sobre mi conciencia.
—No tienes porqué decidirlo ahora, de hecho, puedes pensar en ello y analizar si en tu posición también te convendría. Que tu madre se apresure a organizar nuestra boda no es fruto de la felicidad, sino una clara anticipación antes de que alguno de los dos rompa con esto que supuestamente tenemos.
Si. Lo sabía, incluso ella misma lo había mencionado por teléfono y eso hacía que aún le tuviera mas rechazo a su propuesta.
—No tengo nada que pensar —dije tomando la taza de café y dando un sorbo que casi acabó con el contenido. No pensaba quedarme allí ni un minuto más, tenía demasiado que digerir y entre otras cosas, una conversación con mi mejor amiga en la que tendría que volver a mentir.
Mi vida se había convertido en una farsa de la noche a la mañana y aunque pensaba que no iba a sufrir las consecuencias por ser algo temporal, lo cierto es que empezaba a pesarme sobre los hombros demasiado. Más aún al ser consciente de que lo quisiera reconocer o no, disfrutaba de aquellos encuentros aunque solo fueran de índole sexual junto a Andrei.
Y eso me hacía odiarle aún más por ese poder que ejercía sobre mi cuerpo.
—Como quieras... —Su tono era suave, como si le importara un pimiento que aceptase o no su propuesta, él ganaba de todos modos.
—Tal y como dije ayer, teníamos un acuerdo y nos limitaremos a él. Esta farsa acabará en cuanto acabe el bautizo de Zafiro, ni un solo minuto más.
Me aparté sin intención de comer los huevos revueltos a pesar de tener un hambre voraz, pero sentía aún más ganas de salir de allí y poner distancia, quizá para pensar o meditar en lo que acababa de proponer o simplemente reafirmarme en que aquello era disparatado incluso para alguien como él.
—Muy bien —dijo finalmente—. En tres horas acompaño a Irina hacia Moscú, no regresaré a Madrid hasta después del bautizo, por lo que volveremos a coincidir allí. Tienes hasta entonces para buscar una excusa válida con la que romper nuestro compromiso.
De nuevo no había ninguna emoción en su tono de voz, le daba igual acabar con aquello del mismo modo que unir nuestras vidas de por vida, una razón más para mi convencimiento de que alguien como él solo actuaba por puro egoísmo.
—No te preocupes. Se me ocurrirá. Puedes estar seguro de ello.
Me levanté enérgicamente y cogí el bolso arrastrándolo sobre la mesa con la única premura de salir de allí, pero antes de dar un paso sentí el metal caer al suelo y el anillo rodar por el parquet hasta los pies de Andrei. Observé como se inclinaba hasta cogerlo y con una calma aparente mientras mantenía silencio se levantó para caminar hacia mi.
—Te dije que no te lo quitases en ningún momento —advirtió a un paso de distancia—. Como bien has mencionado, nuestro acuerdo sigue en pie durante ocho días, eso significa que aún eres mía, así que te guste o no, vas a llevarlo.
Cogió la mano que tenía libre con destreza y sentí como el anillo se deslizaba por mi dedo de nuevo, después la soltó y me agarró el cuello para obligarme a acercarme a él.
—Soy el único que puede tocarte hasta entonces. ¿Queda claro?
—No seré yo la que rompa nuestro acuerdo, por si no lo recuerdas, tú también eres exclusivamente mío mientras dure nuestro pacto.
Noté una leve sonrisa cínica en su rostro.
—¿Me estás rogando que vuelva a follarte?
—Ni de coña...
—Cariño, ni siquiera eras consciente de que pensabas largarte de mi apartamento descalza y con una camiseta que deja apreciar todo lo que se esconde debajo... —susurró—. Lo quieras reconocer o no, te gusta demasiado lo que te doy —continuó acercando su nariz a mi rostro y jugueteando con ella por los bordes de mi mandíbula—. Y lo detestas...
Acto seguido volví a sentir que refulgía el fuego en mis entrañas cuando sus labios rozaron los míos.