EL ANILLO

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Entreabrí la boca ligeramente y aprecié como su lengua avasallaba mi cavidad con alevosía y premura

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Entreabrí la boca ligeramente y aprecié como su lengua avasallaba mi cavidad con alevosía y premura. Impaciente por explorar todo a su paso, con un auténtico frenesí de entrelazarse junto a la mía en una danza sensual. Sentí la protuberancia de su entrepierna firme en la parte baja de mi vientre y la sensación enloquecedora que me advertía del placer que podía aguardar, obnubiló por completo mi juicio.

Gemí cuando sus manos apretaron mis nalgas con el ansia depredadora de un salvaje y comprendí que él estaba aún más exaltado por aquella necesidad carnal que yo.

Sentí como sus labios aminoraban el ritmo y sus dientes acogían mi labio inferior mordiendo suavemente a la vez que estiraba de él apartándose de mi rostro. En aquel momento mis ojos vislumbraron los suyos fijamente, apreciando sutilmente el azul que solía ver en ellos ya que estaban tan oscurecidos por la pasión que emitían un brillo incandescente.

Se acercó de nuevo, pero esta vez su boca no devoró la mía, sino que mordió con mayor bravura mi barbilla y comenzó a descender por mi cuello. Emití un gutural gemido de satisfacción que fui incapaz de reprimir y escuché el ronroneo de satisfacción conforme se acercaba a mi escote.

Mis dedos acariciaron su nuca sintiendo como el fino cabello de Andrei era suave entre mis dedos. Clavé los tacones de mis zapatos en la parte de atrás de sus piernas y escuché como jadeaba antes de meterse uno de mis pechos en la boca por encima de la única prenda que llevaba puesta.

—Tu olor es jodidamente adictivo —replicó segundos después conforme se apartaba y deslizó una de sus manos desde mi glúteo hasta la entrepierna—. Y que estés mojada para mi lo hace aún más exquisito.

Apreté mis dedos entre sí para estirar de su cabello y obligarle a mirarme. Conseguí el efecto que deseaba de forma inmediata porque Andrei alzó su rostro hacia mi desde una altura más baja, de forma inmediata sentí que tenía el poder, que tenía su sumisión al rendirse ante el placer y aquello excitó todos mis sentidos.

—No quiero que hables. Quiero que me folles. Y que lo hagas ahora.

De un movimiento rápido y nada sutil, sentí como me dejaba en el suelo y me daba la vuelta contra la pared mientras oía el ruido de la cremallera de su pantalón.

—¿Esto es lo que quieres? —gimió recogiendo mi cabello suelto con una mano y agarrándolo con fuerza mientras que con la otra apartaba hacia un lado el body por la parte de mi entre pierna.

No respondí, me mordí el labio cuando sentí como rozaba su polla contra mi carne, impaciente por acogerle, porque me embistiera.

—Responde —dijo jugueteando y me incliné hacia atrás con la intención de que se adentrara, con una desesperación innata porque me poseyera como no lo había sentido antes.

«Definitivamente estaba desquiciada»

—¡Sí! ¡Joder! ¡Sí! —grité inclinándome aún más para subir mis nalgas contra él unos centímetros y complementarnos a la misma altura.

El Diamante RusoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora