Alcé la vista para ver a Andrei y como si me hubiera leído la mente éste proyectó sus ojos azules sobre los míos y para mi asombro hizo una mueca de diversión, como si la situación resultara cómica o graciosa.
Lo era, para que nos vamos a engañar. Dos personas que se detestan, se odian y no soportan estar dentro del mismo lugar sin discutir, formarían parte de algo que les uniría para siempre. Aunque la pequeña Zafiro tuviera a sus padres, ser elegidos como padrinos significaba mucho en nuestra cultura, no solo acompañar durante toda su vida a la pequeña, sino ser un ejemplo a seguir y en el caso de que a alguno de ellos pudiera ocurrir cualquier cosa, que desde luego no iba a suceder, ser quienes actuaran en su lugar como padres.
Que Irina y Alejandro nos hubieran elegido para cuidar de su propia hija si algún día ellos no estaban, significaba mucho para mi, aunque el idiota de Andrei se lo tomara como una broma macabra.
—Es la cosa más bonita que me han pedido en la vida —admití.
Probablemente jamás tuviera hijos debido a mi carrera y el sacrificio tampoco me suponía mayor dilema, para tener unos padres ausentes como yo los había tenido, prefería simplemente no tener hijos, que mi mejor amiga me eligiera como segunda madre para su pequeña, llenaba ese hueco que nadie más ocuparía.
—Parece ser que no te librarás de mi tan fácilmente, querida... —susurró Andrei en nuestro idioma y le miré de forma furiosa.
Eso hizo que él estallara en carcajadas.
—¿De verdad tenía que ser él el padrino? Alejandro tiene muchos amigos con cualidades mucho más apropiadas para el puesto.
Irina le echó una mirada de reproche a su primo y después se levantó ante las protestas de Zafiro para sacarla de la silla en la que estaba atada.
—Os elegimos a los dos por muchas razones que no voy a mencionar, pero tal vez sea la ocasión perfecta para que enterréis el hacha de guerra y dejéis de comportaros como dos adolescentes con las hormonas revueltas. Nadia —dijo dirigiéndose a mi—, eres como una hermana para mi. Y tú —se volvió hacia Andrei—, eres y serás siempre mi familia. Así que ambos vais a tener que acostumbraros a veros con frecuencia y más ahora, que el azar os ha traído a este país.
Irina echó una mirada a Alejandro que asintió y se levantó dejando la servilleta de tela que tenía en su regazo sobre la mesa.
—Volvemos en seguida, vamos a acostar a Zafiro —dijo mientras los tres se marchaban con una excusa absurda, simplemente querían que Andrei y yo nos quedásemos a solas.
¿Enterrar el hacha de guerra? No había ninguna guerra que lidiar, simplemente éramos dos personas que no se soportan. Punto y final.
Cogí la copa de vino y me la llevé a los labios fingiendo indiferencia. ¿De verdad Irina pretendía que nos lleváramos bien después de años odiándonos? No se deja de detestar a una persona así porque sí. Andrei tenía un comportamiento natural que detestaba y cada frase, gesto o particularidad me crispaba los nervios hasta el punto de poder controlarme.