LOBO EN CELO

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Os lo publico hoy que ayer se me hizo tarde y se me quedaba cortito!
Disfrutadlo!

Os lo publico hoy que ayer se me hizo tarde y se me quedaba cortito! Disfrutadlo!

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—Nuestro acuerdo no es eterno, Andrei... —gemí sintiendo como sus dedos ascendían hasta rozarme la parte baja del sujetador con la intención de pasar por debajo y acariciarme un seno.

Me estaba anticipando a ello, él lograba ser esa adrenalina que despertaba mis sentidos y con la que la cafeína no podría competir. Ni las horas despierta, ni el cansancio o tensión acumulada suponía un problema ante la sensación de ardor que comenzaba a vibrar por cada fibra de mi ser ante aquella cercanía.

Sentí como me giró bruscamente del brazo para colocarme frente a él y su mano agarró mi mentón para observar mi rostro. Comprobé que llevaba el pelo despeinado, más relajado que de costumbre y luego me percaté de aquel rostro serio, como si estuviera tratando de controlarse antes de desatar su furia.

—Te riges a mis normas o se acaba ahora mismo. Tú decides.

¿Qué?

Durante unos segundos permanecí muda, quieta, mi cerebro parecía frito porque no sabía que responder.

—¿Un compañero de trabajo me acompaña hasta tu casa y desprendes una actitud de lobo en celo? —decreté sin apartarme, sino manteniendo la mirada fija en él.

—Muy bien. Fuera —dijo soltándome el mentón y dando un par de pasos hacia atrás para abrir la puerta permaneciendo apoyado en la hoja para que me marchara.

¿Era en serio?, ¿Me estaba echando de su casa a las cuatro y media de la mañana solo porque me había acompañado mi superior?

—¡Estupendo! —exclamé sin intención alguna de quedarme ni un segundo más.

¡Al cuerno con todo! Ya sabía desde un primer momento que Andrei era un completo cretino y ahora solo me estaba demostrando la magnitud de cuánto.

Crucé el umbral y no me detuve en mirar atrás, ni siquiera cuando escuché como cerraba la puerta de un portazo. Caminé hasta el ascensor y agradecí la hora porque no debería esperar como una idiota hasta que regresara de otra planta, ya que aún estaría parado donde me había dejado, en cuanto mi vista observó la mano izquierda, el diamante relució con aquella pobre luz que iluminaba el pasillo, en ese momento me di cuenta de toda la situación orquestada, de las llamadas de mi madre esa misma tarde organizando una boda inexistente, de que debíamos parecer una pareja enamorada durante el bautizo de nuestra ahijada en unos pocos días y de que no le podía contar nada de aquello a Irina.

Mierda. Mierda. Y mil veces mierda otra vez.

Yo nunca cedía. Jamás rogaba. Y prefería una muerte agonizante antes que suplicarle clemencia o mostrar debilidad ante el capullo de Andrei. Precisamente él, justo él, no.

En ese momento cerré los ojos mientras comprobaba como la puerta del ascensor volvía a cerrarse tras unos segundos en los que no detectaba movimiento ni nadie marcaba un botón de otra planta que no fuera en la que ya estaba. Debería estar dentro de ese habitáculo, poniendo una distancia abismal entre el primo de mi mejor amiga y yo, pero recorrí por tercera vez ese pasillo y llamé al timbre.

El Diamante RusoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora