La expresión taciturna de su rostro me advirtió de que la conversación que íbamos a mantener no era agradable y el hecho de que ni siquiera girase la vista para comprobar si estaba o no en la puerta aguardando su llegada tampoco.
No esperé a un vago intento por bajarse del vehículo para abrir la puerta, estaba claro que no iba a hacerlo si estaba enfadado y creía conocer la causa de dicho enfado. Si la madre de Irina conocía el asunto del supuesto compromiso, los padres de Andrei también.
—En cuanto lleguemos le diré a mi padre que no existe ningún compromiso y que todo era una invención —dije nada más cerrar la puerta antes de ponerme el cinturón, pero Andrei pisó el acelerador y me vi inmersa en el asiento con el cinturón bloqueado antes de reaccionar.
—Una idea estupenda solo que demasiado tarde. ¿No crees? Ahora toda mi familia está planificando una boda inexistente y nuestros padres frotándose las manos por la unión de patrimonios. ¡Maldita sea, Nadia! ¿Con que cara les digo que ha sido un mero capricho de tu invención?
—¡Yo no tenía ni idea de que mi padre iba a venir a la fiesta! —grité alzando la voz aún más que él.
—¡Me importa una mierda lo que creyeras! ¡Tú nos has metido en esto y no pienso quedar como un imbécil en Moscú por tu culpa!
Andrei giró el volante y se incorporó a una gran avenida con varios desvíos a la ciudad. Me extrañaba que no siguiera el navegador del coche ¿Tan rápido se había aprendido el mapa de la ciudad?
Terminé de colocarme el cinturón ya que ambos le habíamos hecho caso omiso al pitido de alerta que indicaba que no lo llevaba puesto y el coche se convirtió en un lugar demasiado pequeño para cobijarnos a ambos.
—¿Qué sugieres entonces? —exclamé con un tono de voz mucho más cercano.
Ciertamente yo le había metido en aquello y lo menos que podía hacer es escuchar su propuesta.
—Les haremos creer a todos que es cierto. Solo mi prima y Alejandro pueden saber la verdad y no nos delatarán. La historia será plausible por el hecho de que ambos hayamos decidido venir a este país a la vez, así nadie sabrá nada. Pondremos como excusa que debes terminar la residencia para aplazar la ceremonia y en unos meses, anunciaremos que hemos cancelado el compromiso de mutuo acuerdo.
—¿Quieres que finjamos estar comprometidos delante de mi padre? —pregunté no muy convencida pero tampoco me oponía por completo.
—Te aseguro que lo que yo quiero es otra cosa muy distinta a esto, pero respondiendo a tu pregunta, si. Fingiremos, así que te aconsejaría guardar tu reticencia y aparentar que estás locamente enamorada, al menos durante la hora que dure el almuerzo.
No quise preguntar que es lo que quería, probablemente la respuesta era retorcerme el pescuezo por meterle en este berenjenal, pero teniendo presente que toda su familia y la de mi padre debían saber a estas alturas del compromiso, la idea de Andrei no me parecía tan descabellada.