Creo que a nuestra querida Nadia el universo le esta dando una bofetada... hahahahaha
Por algún inexorable misterio, Andrei siguió la corriente a todos fingiendo ser realmente mi prometido, incluido mi propio padre que estaba indudablemente tan satisfecho de la noticia que no se había percatado de mi cara de circunstancia.—Debemos celebrarlo. Retrasaré mi vuelo unas horas y almorzaremos mañana —dijo mi padre con la mirada fija en Andrei.
—Seguro que Andrei está ocupado y yo tengo turno de tarde, además no es necesario...
—Claro. Sin problema —contestó Andrei rodeándome con su brazo la cintura—. Así podrás contarle a tu padre lo que me costó que aceptaras...
Retuve la idea de darle un pisotón, o mejor aún, una patada en sus mismísimos testículos, así que solo sonreí mientras me llevaba una mano al rostro para apartar el pelo de forma disimulada.
—No tengo duda, ¿Por eso no llevas el anillo? —inquirió mi padre y me fijé en las manos desnudas.
—Lo están ajustando en la joyería. —Se adelantó Andrei.
Definitivamente su capacidad para mentir era tan habitual, que incluso tenía salida para la improvisación inmediata.
—Si —afirmé por decir algo—. Ha sido todo bastante reciente en realidad.
—Ahora entiendo que no fue fruto de la casualidad que ambos terminarais en España. Ni siquiera yo mismo podría haber tenido una mejor elección para mi hija. —Se complació en decir sin importarle demasiado si era o no feliz, pero para alguien como mi Gregory Ivanov, los negocios y el placer estaban por encima de cualquier otra cosa.
Si no fuera porque estaban en una gala benéfica y tenía tanto a la junta directiva como a Cedrini presentes, me encantaría quitarle la perfecta cara de satisfacción afirmando que nada era cierto, pero apreté los dientes y sentí como Andrei hundía sus dedos en mi cintura para estrecharme aún más hacia él y que el gesto no pasara desapercibido a mi padre.
Durante las dos horas que aguardamos hasta que finalizó a gala, viví un trance constante en el que agradecí no ser el centro de atención. Mi padre había comenzado a hablar sobre negocios y las complicaciones que se estaban presentando a nivel diplomático en Rusia, por otro lado la junta directiva del hospital se había dispersado y Cedrini iba y venía de vez en cuando.
Lógicamente, salí del evento junto a mi padre y Andrei, que se ofreció a llevarle guardando la apariencia de que ambos habíamos llegado juntos. Por fortuna, el chofer de mi padre aguardaba a la salida y no fue necesario, pero volvió a insistir en el almuerzo al día siguiente y sentí cierto alivio cuando se adentró en su coche para marcharse.
—¿No podías haber puesto una excusa para no tener que almorzar con él mañana? —exclamé en cuando comenzó a alejarse el coche privado de mi padre.