Capítulo XI

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Siento un peso sobre mi cintura. Intento moverme pero no puedo. Abro los ojos y veo cómo el sol entra por la ventana. Cierro los ojos. Intento moverme pero no puedo. Llevo mi mano a mi cintura y siento piel vellosa. No siento mi toque sobre mi cuerpo. Abro los ojos nuevamente y miro dónde está mi mano. Veo un brazo extraño. Miro hacia su dueño.

Emiliano.

Me levanto de golpe, deshaciéndome de su brazo y despertándolo en el proceso.

– ¿Qué hacés acá? –digo repentinamente pero reteniendo mi voz, no quiero que nadie nos escuche.

– Hola, bonita. –dice sentándose sobre la cama.

– "Bonita" las bolas de mi abuela. ¿Qué hacés acá? –digo cada vez más sorprendida.

– Me quedé para ver como reaccionabas. En el auto, los chicos me dijeron que nunca te vieron tomar nada. –dice frotándose los ojos para despertarse por completo.

– Pero, ¿era necesario acostarte conmigo? –enuncio señalando la palabra "acostarte".

– Llegó un momento de la madrugada en el que no estaba cómodo sentado en el borde. Fui al sillón de la esquina, pero no es nada cómodo. Así que me vine acá y, no terminé de apoyar la espalda que ya me estabas abrazando. Así que me quedé. –dice levantándose y yendo al baño privado que tengo en esta habitación. Mientras camina lo veo bien: no tiene la camisa blanca que tenía ayer, está sobre el sillón, junto a sus pantalones, medias y zapatos. Solo está en ropa interior.

– ¿Dormiste así? –le pregunto de repente.

– Digamos que ni una camisa ni un pantalón de vestir son cómodos para dormir. –dice saliendo del baño y peinándose.

– La re puta madre –digo tomándome de la cabeza. Me llegan repentinamente todos los recuerdos de anoche. Dormí con un tipo en ropa interior. No solo eso: el tipo es Emiliano, EMILIANO. –. La re puta madre.

– No pasó nada que vos no quisieses, igual, Mica. Por si eso te preocupa. –dice agarrándome de los hombros como lo hizo anoche.


– ¿Mica?, ¿te levantaste? –escucho la voz de mi tío desde el otro lado de la puerta.

– ¡Hola, tío! –digo. Ambos estamos petrificados. Pablo llega a abrir la puerta y se arma la Tercera Guerra Mundial. – Sí, voy al baño y salgo.

– Perfecto. Te estamos esperando con tu papá para que desayunes y nosotros tomamos los mates de media mañana. –dice mi tío desde el otro lado.

– ¡Pará! ¿Y los jugadores? –pregunto.

– Tienen hasta las 15:00 libres por la joda de anoche. ¿Por?

– Para saber si Juli y Enzin ya se habían levantado. –digo mintiendo. Claramente era para saber qué hacer con Emiliano. –Me cambio y los alcanzo, tío.

– Perfecto, Mica. –dice. Y escucho cómo se va.


– Vos esperás diez minutos una vez que yo salga para salir. –digo soltándome de Emiliano.

– ¿Por qué diez minutos? –dice levantando sus cejas.

– Así me aseguro que papá no te va a ver. Ni él ni nadie del cuerpo técnico.

– ¿Y el equipo?

– Te respetan mucho como para andar diciendo mentiras, ¿o no? –digo y él me mira sin entender. –Porque vos no estás acá, ¿no?

Labyrinth | Emiliano MartínezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora