Capítulo XVI

146 6 0
                                    


Brisa me llama una vez más. Hoy tenemos el último ensayo previo a la presentación que hacemos en el acto de cierre y de entrega de diplomas. Siendo realistas, no tengo ganas de ir. No tengo ganas de confirmarle al alumnado de la Universidad que soy la que se creyó superheroína por cinco minutos y terminó internada. Ya sé que todos lo saben, no es un secreto que la hija de Scaloni va a la UCA, tampoco es un secreto que está en el coro de la Universidad, y mucho menos es un secreto lo que me pasó ya que salió en todos los portales de noticias habidos y por haber: "Hija del director técnico de la Selección Argentina fue internada luego de brutal paliza de la policía brasileña" decían los periódicos y diarios virtuales de deportes, noticias en general y chismes. Distintas fotos de mí y mi brazo decoraban cada uno de los portales, nunca a nadie se le ocurrió lo que podría a sentir yo al ver esas fotos, o lo que podrían sentir mis amigos, o, peor aún, mis padres, quienes sé que se sienten culpables y responsables de lo que me pasó.

Brisa me llama una vez más. Decido contestarle. No vale la pena que me siga escondiendo del mundo universitario.

– ¡Hasta que te dignás a contestar! –grita desde el otro lado del celular.

– Lo mismo me dijo Valu hace unos días.

– Por algo será, ¿no? –me recrimina, y con total justificación.

– Por algo será.

– Bueno. Vamos a lo importante. Necesitas salir de tu departamento. Entiendo que, según vos, tenés la mejor vista porque da al Monumental, pero tenés que salir de ahí. E imagino que hoy venís al ensayo.

– No, Bri. No voy.

– ¿Cómo que no venís?, ¿y a la entrega de diplomas?

– Menos. En otro momento me acercaré a rendir finales y ahí voy a buscar el diploma.

– Estás loca –afirma–. ¿Te esforzaste tanto para que a último momento un estúpido accidente te deje encerrada en tu casa?

– Sí –afirmo contundentemente. No iré a la Universidad a ser el comentario de todos los presentes.

– No puedo creer que te dejes apabullar por la situación.

– Bri, ¿qué querés que haga? –le pregunto al borde de las lágrimas–. De un segundo para otro todo se desmoronó. No puedo hacer nada, no puedo tocar el piano, no puedo tocar la guitarra. ¡No puedo cebarme un mate! Tengo que esperar a mamá para poder tomar un mate de mierda, Brisa. ¿Querés en serio que aparezca en la Universidad con este ánimo? No, no pienso hacerlo.

– ¿Y finales? –pregunta preocupada–No para saber si rendís o no, para verte. Cata y Vale me dijeron que han ido a tu casa y no les abrís.

– Bri. No tengo ganas de nada. Le abro a mamá porque es mamá; sino, tampoco.

– No te aísles, boluda. Por favor. Esto se termina en un mes y medio. Mientras tanto, hay que sobrellevarlo.

– No me aíslo.

– Sí te aislas. Para esas cosas sos medio boluda –dice seria, pero sé que está intentando ser chistosa–. Hacemos así, te vas a presentar en alguna mesa de diciembre. Yo te acompaño. Hacés alguna teórica y tenés una menos.

– Vemos, Bri, vemos.

– Está bien –dice un tanto resignada–. Te quiero, boluda. Avisame cualquier cosa.

– Sí, tonta –le digo con una sonrisa en mi rostro que puede ser traducida a un tono de voz un poco más agudo.

– Nos vemos, entonces.

Labyrinth | Emiliano MartínezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora