Capítulo II [Editado]

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Lunes 16 de octubre. 9:30 horas. Café con leche y dos tostadas con mermelada de higo. Noticiero hablando sobre el cierre de campañas electorales y Harry Styles de fondo. Platos sin lavar en la bacha recordándome que los lunes llego tarde, que los martes llegó tarde y que el miércoles podré lavar. Miro mi agenda e intento recordar lo que tengo de tarea para hoy, recordando que solo tengo la actividad del bendito cuadernillo de Bach.

Seguidamente de desayunar, salgo caminando tranquilamente hasta el gimnasio que queda a cinco cuadras de casa. Me suena el celular, es Brisa, mi mejor amiga, que me recuerda por mensaje de WhatsApp que hoy me toca pagar la merienda de ambas en la cafetería de la facultad. Río por dentro sabiendo perfectamente que terminaremos en alguna cafetería de la zona para evitar alguna que otra clase.

Llego al gimnasio y decido hacer una rutina de caminata y running de Instagram con el disco Midnights de eje, por lo que me coloco mis auriculares y comienzo a caminar. Más de una vez me han pedido autógrafos de papá, sacándome de la concentración propia que me requiere esta actividad, y siempre digo que sí para posteriormente culpar a mi mala memoria por no traerlo. Nunca me gustó ser reconocida por ser "la hija de...", pero son precios que hay que pagar, ¿no? Al terminar mi caminata de una hora cuando finaliza "Mastermind", ya es hora de volver a casa. Al llegar, me doy cuenta que no es tan tarde y me pongo a lavar los platos mientras escucho la radio deportiva. Papá ha vuelto a España con su esposa y sus hijos en medio de rumores de crisis matrimonial. No me he animado a preguntar si los rumores son ciertos porque aprecio demasiado a Elisa, ella se ha encargado de mí cuando viajaba a Italia a estar con papá durante las vacaciones. Ella me enseñó a jugar al voley y me dejó elegir el nombre de mi hermano menor, me enviaba saludos por mi cumpleaños y por el de mamá. Todos los años se aseguraba de que ella tuviese su regalo del Día de las Madres, me escribía semanalmente para saber cómo me iba en el colegio... fue todo lo padre que mi viejo no pudo ser mientras ejercía su trabajo; pero esto no significa que lo quiera menos ya que se hizo cargo de mí tanto económica como sentimentalmente desde el momento en que se enteró de mi existencia, casi tres años más tarde de mi nacimiento, cuando pudo tomarse unos días y volver en paz al país.

A mi regreso, hago lo de siempre: conversar por WhatsApp con mis mejores amigos en este mundo, Juli y Enzo. Mientras nos mensajeamos y comentamos cómo está el clima en Inglaterra y su deseo de volver a Argentina a penas les sea posible (incluso cuando siguen en territorio argentino), camino hasta llegar al departamento. Eduardo, al verme, me avisa que han dejado un paquete para mí. Cuando lo agarro, veo que no tiene un remitente. Subo a mi departamento y, al abrir la caja, veo que es un pequeño ukelele color bordó con detalles en celeste. Miro el instrumento una y otra vez. Sonrío estúpidamente. Veo que hay una pequeña notita. La agarro y la leo: "Espero que este regalo de cumpleaños atrasado te guste". Esta notita está sin firmar, por lo que comienzo a pensar en quién puede haber sido el que envió este presente. ¿Mi papá? No, me dio mi regalo antes de tiempo. ¿Mamá? Estuvo conmigo el día de mi cumpleaños, por lo que no. ¿Juli, Enzo o alguno de los chicos? Los que realmente me importan me han enviado regalos que llegaron alrededor del 5 de octubre. Sigo pensando en quién puede haber sido mientras me preparo el almuerzo: una ensalada para comer en el medio de la clase.

Al finalizarla, salgo rápidamente del departamento y derecho a la universidad. Llego luego de poco más de media hora manejando hasta Puerto Madero y, para entrar al establecimiento de mi amada UCA, muestro mi identificación estudiantil: Micaela B. Scaloni. 23 años. Estudiante de la Licenciatura en Música Popular.

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– Lo bueno es que siguen manteniendo el invicto –dice Brisa mientras salimos del recinto educativo.

– Sí, pero no sabes cómo estaba papá. Todo el vuelo les recordó que debían de haber ganado 80 a 0, no 2 a 0. Pero bueno, también hay que entender que él tiene sus propias expectativas puestas en el equipo.

– ¿Y qué opina tu mamá? –pregunta repentinamente.

– ¿De qué? –digo sin entender.

– De que tu viejo tenga este laburo... – dice de manera obvia.

– Le molesta más a Elisa que a mamá, igual. Ella está feliz de que él no tenga que responder a un club así podemos pasar más tiempo juntos, pero también es verdad que con la facultad, me queda re poco tiempo.

Llegamos a la cafetería más cercana y decidimos tomar un café con leche y una porción de torta cada una: yo, una Sienna, y mi amiga, una tarta de frutilla. Allí seguimos conversando de trivialidades: de lo que amamos las clases de la profesora Pascual, de cómo puede ser docente Olea, de las exigencias de Pilía y de lo amenas que son las clases de López. Para eso de las 18:00 decidimos volver ya que 18:30 tenemos otra cursada, la anteúltima del día. Entramos al salón y corro directamente al piano porque sino Brisa me gana. Al sentarme, comienzo a tocar. Brisa se suma tocando la guitarra, haciendo un acompañamiento con ella y dejando que el piano siga haciendo la voz principal. La profesora Pascual se acerca a nosotras lentamente y nos observa. Observa como Brisa ha hecho que una pieza de piano se complemente con la guitarra de tan bella manera, observa la amistad y complicidad que tenemos ambas. Me observa y estoy segura que recuerda que llegué hace cinco años a su clase sabiendo tocar el feliz cumpleaños y tres canciones de Taylor Swift; y ahora estoy a menos de un mes de terminar la cursada de la carrera.

– Las felicito, muchachas. Lo que han logrado es precioso. Han logrado que atrase la clase cinco minutos, lo que nunca sucede. –nos dice la profesora, Sacándonos de nuestra burbuja personal. Nos miramos con Brisa dándonos cuenta que claramente esta era la mejor decisión que podíamos tomar: ser amigas y colegas.

Ulteriormente, fuimos a nuestros lugares mientras la profesora impartía su penúltima clase del curso.

Al finalizar la clase, me despedí de mi amiga para ir a mi departamento. En el auto, esta vez, decidí poner Flicker de Niall Horan, Un disco que me lleva a tiempos mejores. Absorta en mis pensamientos, me doy cuenta que Julián y Enzo parten hoy de regreso a Inglaterra, por lo que les escribo deseándoles un buen regreso. Los tres somos como Harry, Ron y Hermione, pero sin la pareja de Ron y Hermione (¡menos mal!). A los pocos minutos recibo un mensaje de Enzo en el grupo en el que somos los tres: una foto de los dos en el aeropuerto a punto de embarcar. Y detrás, otro mensaje: un video en el que Julián dice que el aeropuerto está cada vez más lindo y que quiere comer unas hamburguesas, pero que en Ezeiza no estaría habiendo un puesto con hamburguesas copadas. Lo único que puedo hacer es reírme de sus ocurrencias... es por eso que el grupo de WhatsApp nuestro se llama "Los tres chiflados". Al terminar la conversación sobre qué es una buena hamburguesa, me pongo a preparar la mejor cena que sé hacer: té con tostadas con manteca y azúcar. La cotidianidad me prohíbe poder pensar en nuevas ideas de comidas, por eso siempre estoy por escribirle a Luana, la nutricionista de la selección, pero siempre me olvido y le echo la culpa a mi vida Universitaria.

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N.A.: Siento que va a sonar re tonto lo que voy a decir, pero ¡gracias! Gracias a todas las que están leyendo. 💙 Sinceramente, nunca pensé que esto saldría de mi computadora... y ahora hay gente leyéndolo. No seremos un millón, pero "somos los que somos y estamos los que estamos".

Nos vemos la semana que viene y que tengan un buen fin de semana.

Labyrinth | Emiliano MartínezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora