Capítulo XIX

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He decidido pasar Navidad con mamá y Año Nuevo con papá en Pujato. Hace un montón que no veo a mis tíos y abuelos paternos, y si no lo hago en alguna de las fiestas, me matan.

El 20 a la mañana llegamos a casa. Le pido ayuda a mamá para bajar las cosas del ómnibus y emprendemos camino a la casa donde viví tantísimos años de mi vida. Al entrar, voy a la que fue mi habitación y sigue igual a cuando la dejé: con los mismos pósters de Taylor Swift y One Direction, así como mis medallas de gimnasia artística y mis fotos de niña con Juli cuando hacíamos el jardín de infantes y la primaria.

Bajo a almorzar algo liviano antes de ir con mis amigas del secundario a la pileta municipal. Cuando llego, allí están mis tres compañeras de aventuras en el secundario: Lidia, Azul y Martina. Al vernos, gritamos de la emoción mientras mamá ríe detrás de nosotras. Mientras almorzamos unos panchos bajo la galería de casa, conversamos sobre la vida: Lidia ha decidido volver a cambiarse de carrera, Azul sigue trabajando en el restaurante de sus padres y Martina está por recibirse de profesora de Biología en la Universidad de Córdoba. Realmente me alegra que mis amigas estén encaminadas en la vida.

– Ay, me olvidé de decirles –dice súbitamente Azul–. Miren –agrega levantando su mano izquierda, donde se puede ver un anillo de compromiso–: Miguel Ríos, el que era escolta de la Bandera Argentina, y yo nos vamos a casar –dice completamente emocionada. Lidia y Martina se tiran sobre nuestra amiga y la felicitan, mientras que yo sonrío levemente. Estoy feliz por mi amiga, pero no puedo evitar ciertos pensamientos intrusivos: si hubiese dicho que sí a ser el secreto de Federico, ¿estaríamos pensando en casarnos en secreto? Si no hubiese echado a Emiliano, ¿estaría acá o en Birmingham?

– ¡Tierra llamando a Mica! –grita Lidia.

– Ay, perdón. Emmm... felicitaciones, Azu. Espero que esto sea lo que siempre quisiste –le digo a mi amiga (intentando) sonreír.

– Gracias, Mica –me dice tendiendome la mano.

⚽⚽⚽

Los días son bastante rutinarios: me levanto, desayuno, escribo alguna que otra letra para una canción, almuerzo, voy con las chicas a la pileta municipal donde conversamos sobre la futura boda de Azul, vuelvo a casa para la cena y me voy a dormir. Siempre la misma rutina. Las chicas me han preguntado cómo me ha ido en algunos conciertos que di en bares de Buenos Aires, pero cada vez que pienso en eso, no puedo evitar pensar en la imposibilidad actual que tengo para poder tocar el piano o la guitarra. También me han preguntado por Juli y cómo ha sido la interna de la Selección, pero cada vez que pienso en ello, cierto arquero con una novia divina aparecen en mi mente y no dejo de pensar en ello.


– Nunca... ¿nunca les pasó que quieren y odian a alguien? –pregunto impensadamente, cuando Lidia saca su cabeza del agua. Mis tres amigas me miran sin entender.

– ¿Cómo? –pregunta Marti.

– Eso... ¿nunca les pasó que odian tanto a una persona que, apenas les muestra cariño, comienzan a quererlo? –digo mirando al cielo.

– Emmm... no, Mica. –dice Lidia. Ella siempre fue la más centrada de todas (a pesar de su indecisión para elegir carrera).

– ¿Pasa algo? –me pregunta Azul, acercándose al borde de la pileta.

– No, nada –digo evitando las miradas de mis amigas.

– Micaela... te conozco como si yo misma te hubiese parido –dice Azul. Ella siempre ha sido como la madre del grupo.

– Azu. Nada, no te preocupes.

– Me parece que algo pasa, pero no nos querés decir. Tirás la bomba y te haces la boluda –dice Marti. Y tiene razón, ¿qué querés que te diga?

Labyrinth | Emiliano MartínezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora