Capítulo XXIII

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A pesar de la alegría que me trae el reconocimiento que están recibiendo "Toque de Midas" y "Confesión", debo confesar que me está siendo difícil estudiar para la facultad (y, lo peor, es que solo me quedan materias prácticas). Cuando mamá comenzó a ver que comencé a pasearme por programas de televisión, radio y streaming, me llamó para pedirme que termine de estudiar que no vaya a dejar todo a cuatro finales y la tesis. Y le prometí que no lo haría.

Esta dificultad no viene (necesariamente) a causa de la repercusión de mis canciones, sino del ámbito emocional... ya no es ni necesario darle un nombre a la razón de esto, porque es de público conocimiento, y más cuando hay música que está llegando a las listas internacionales. He leído que en las listas inglesas también ocupo los puestos 78 y 79 con mis canciones; lo que no es mucho, pero para una cantante argentina que está recién comenzando, es un montón. Elisa me envió una nota que decía que mis canciones llegaron a los puestos 13 y 14 en España, lo que me hizo saltar de la emoción, pero comencé a saltar más alto cuando vi los puestos de Argentina: puestos 8 y 10.


Como puedo, me levanto a atender el timbre. Es Luciano.

– Hola, Lu.

– ¿Puedo pasar? –pregunta desde la puerta principal del edificio.

– Sí. Pasá –digo al apretar el botón del portero automático.

Unos minutos después, toca el timbre de mi departamento, por lo que le abro la puerta y entra.

– ¿Cómo estás, Lu? –le pregunto preparando el tereré.

– Todo bien. Nada de qué quejarse. ¿Vos? –dice con una sonrisa.

– Bien, por suerte. Bah, mejor que bien.

– Sí, temazos.

– Gracias.

– Y gracias por los créditos en "Toque de Midas".

– ¡Sí sos una de las mentes brillantes detrás del nombre! –le digo golpeándole el brazo.

– ¿Volviste al piano? –pregunta al ver la cicatriz de la operación realizada a causa de la fractura.

– ¿Quién te pensás que toca el piano en las canciones?

– ¿Vos?

– Claro, mi amor. Como Fito pero mujer.

– Sos una capa.

– Gracias, corazón.

Seguimos hablando de trivialidades mientras tomamos unos tererés. Se lo nota tenso... bastante tenso.

– Lu, ¿te pasa algo? –pregunto preocupada.

– Mica... te quería preguntar algo.

– ¿Sí?

– ¿Querés salir conmigo?

Mi mundo se cae a pedazos. No, no quiero. Pero, ¿qué?, ¿me voy a quedar toda la vida esperando que termine con la decoradora, cuando parece una mina excelente?, ¿me voy a quedar llorando por el resto de mi vida que lo dejé ir?, ¿voy a seguir martirizándome por haberlo dejado ir?

– Sí –digo seriamente. Intento suavizarlo con una sonrisa, pero es algo tarde.

– ¿Segura? –pregunta a causa de mi inseguridad.

– Sí, Lu –digo agarrándole la mano.


Un rato después, se va. Se va y me deja sola y en condiciones de volver a mi cuaderno celeste:

Labyrinth | Emiliano MartínezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora