Capítulo XXX

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Conversamos las tres hasta que arranca el partido, momento en el que aparece junto a nosotras Lisandro. Nos saludamos alegremente: hace unos cuantos meses que no nos vemos, que no compartimos unos mates mientras jugamos a las cartas (o mientras los veo jugar a las cartas y les saco tema de conversación).

Aston Villa contra Manchester United. De los últimos cinco encuentros, el Villa ha perdido cuatro y empatado el quinto. Dios quiera que este partido lo ganen. Todas las apuestas dan como ganadores al equipo que juega de local ya que están cuartos en la Premier y el equipo de Mánchester, está sexto.

El árbitro le da inicio al partido, por lo que comienzan a correr los jugadores del Villa que han tomado la pelota. Desde donde estoy parada y con mi miopía no alcanzo a ver quién es el que se ha adueñado de la pelota. Todo el partido está convulso por la necesidad de ambos equipos por lograr la victoria, principalmente por parte del equipo mancuniano, quienes comenzaron la temporada con el pie izquierdo. El primer gol es realizado hacia el minuto diecisiete del primer tiempo por Højlund para el equipo visitante. El primer tiempo transcurre tensamente ya que los jugadores del equipo local buscan y continúan buscando el empate, que llega al minuto veintidós del segundo tiempo de la mano de Luiz, pero prontamente se vuelve a imponer el United con un 2 a 1 a los cuarenta y un minutos del segundo tiempo. El partido termina, entonces 2 a 1, con la victoria del equipo visitante.


Salimos con Muri y Lica mientras seguimos conversando animadamente.

– Che. Deberíamos ir cenar los tres. ¿No te parece? –me pregunta mi amiga.

– Dale. Me encantaría. ¿Cuándo se van ustedes?

– Mañana a la mañana. Si te copás, podemos ir hoy. Lis conoce un restaurante buenísimo por la zona. Cuando sale, le pregunto si quiere ir.

– Excelente –digo. Luego me percato de un pequeño detalle: –. ¿Les jode si viene Emi también?

– ¡Claro que no! Pero, por un momento pensé que se odiaban –dice Licha con una cara que mezcla la incomprensión y la risa.

– Pasaron cosas en este último tiempo... –digo mirando para otro lado.

– ¡Ay! Que Lisandro no se vuelva a lesionar porque si no me pierdo todo el chusmerío –dice mi amiga abrazándome. Y me río de su accionar.


Nos separamos para ir cada uno al auto correspondiente. Apenas veo la camioneta de Emiliano, camino hacia ella; y ahí lo veo acercarse hasta el vehículo.

– ¡Campeón! –le grito apenas lo diviso.

– ¿De qué? –dice haciendo montoncito con la mano y sin entender lo que digo a causa del resultado de recién.

– Del mundo, boludo. A pesar de hoy, ¡re bien! –digo chocándole los cinco.

– Sos toda una nena –dice riéndose y negando con su cabeza mientras ingresamos a la camioneta.

– Pero soy la nena que querés –le digo frunciendo la nariz.

– No.

– ¿No? –le pregunto completamente descolocada.

– Sos la nena que amo.

– Ay, sos un boludo –digo empujándole el brazo mientras reímos y Emiliano sale del estacionamiento–. Muri y Licha nos invitaron a cenar a un restaurante copado que él conoce. ¿Querés ir? –le pregunto mientras maneja.

– Si vos querés, vamos –dice mirándome con una sonrisa.

– Genial. Ya les confirmo –digo sacando mi celular y escribiéndole a mi amiga, confirmándole que iremos. Unos minutos después, ella me escribe con la dirección del restaurante: un lugar de comida argentina.

Labyrinth | Emiliano MartínezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora