Capítulo XXXI

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Me despierto antes de que suene la alarma. Siento un peso sobre mi cintura. Intento moverme pero no puedo. Abro los ojos y veo cómo el sol entra por la ventana. Cierro los ojos. Intento moverme pero no puedo. Llevo mi mano a mi cintura y siento piel vellosa. No siento mi toque sobre mi cuerpo. Abro los ojos nuevamente y miro dónde está mi mano. Veo un brazo extraño. Miro hacia su dueño.

Emiliano.

Sonrío al notar cómo me abraza. Me giro para quedar frente a él, me acurruco en su pecho y lo abrazo lo más fuerte que me es posible.

Por primera vez en mi vida siento que sé donde debo estar. Debo estar acá, en sus brazos. Sonrío frente a tal pensamiento.

– ¿En qué pensamos, bonita?

– En las ganas que tengo de estar con Timothée Chalamet, pero me tengo que conformar con vos.

– Sos una mentirosa, te encanta estar así conmigo.

– Porque no puedo estar así con Timothée. Si pudiese, no estaría acá –digo conteniendo la carcajada... hasta que llega un momento en el que no es posible y río.

– Vos no estás bien.

– Por eso estoy acá con vos –digo tocándole la nariz–. Te amo –le digo. Y me doy cuenta que es la primera vez que se lo digo en persona. Es la primera vez que lo digo. Punto. En otro momento de mi vida me hubiese tapado la cara o salido corriendo; pero, ¿por qué lo haría?

– Y yo a vos, princesa –dice antes de depositar un tierno beso en mis labios. Como amo a este sujeto.

Deshago el abrazo y me levanto de la cama para bajar a la cocina y hacer el desayuno. Miro el almanaque donde tiene todo su plan nutricional y veo que hoy tiene el día de permitidos, que también me lo tomo yo y armo una torre de panqueques. Agarro el harina, la soda, el aceite, el azúcar, la leche y la manteca y empiezo a armar el engrudo y a enmantecar la sartén que utilizaré.

Minutos después, cuando ya están hechos los panqueques, se acerca por detrás y me besa en la coronilla mientras me abraza. Pongo una mano sobre su agarre y sonrío.

– ¿No querés ir a cambiarte antes de desayunar? –me pregunta y ahí me doy cuenta que sigo con el vestido que me puse anoche para ir a cenar con Muri y Licha.

– Mientras se termina el café, voy y vengo –digo soltándome de su agarré y corriendo a la habitación de huéspedes.

Agarro un par de calzas, una de las remeras térmicas y mis medias favoritas. Me cambio y bajo.

Al llegar a la cocina, lo encuentro terminando de servir el café con leche. Sonrío al ver esa imagen y comienzo a imaginar cómo sería la relación en unos meses o años, o con un perro, o con un hij-

Disipo esos pensamientos de mi mente: tengo veinticuatro años y una carrera que recién comienza. No puedo pensar en la palabra que arranca con h.

Me siento en mi lugar recurrente y comienzo a tomar el café y a comer de la torre de panqueques con dulce de leche.

– Disculpá si me estoy metiendo en un lugar en el que no me corresponde, pero quiero preguntarte por ayer –dice Emi cortando el silencio y cruzando los brazos sobre la isla.

– Preguntá tranquilo –le digo con una sonrisa antes de comer uno de los panqueques.

– Ayer me dijiste que nunca habías estado con alguien sobria –dice con preocupación en su rostro.

– ¿Dije eso? –pregunto sin entender. Mi último recuerdo de anoche es tomarme mi segundo vaso de Vodka; lo siguiente que recuerdo es encontrarme por la mañana abrazada a él.

Labyrinth | Emiliano MartínezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora