Capítulo XIV

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Me despierto y solo puedo ver una habitación blanca y un suero que baja y entra a mi cuerpo por mi brazo derecho. Giro mi cabeza y veo que mi brazo izquierdo está enyesado. De pronto recuerdo lo que me sucedió: al ver la fractura en mi brazo, me desmayé. No sé cómo no la sentí antes, debe de haber sido por la adrenalina del momento.

– Ya despertó. –dice mi tío cuando está por entrar. Papá lo corre y entra él primero.

– Hola, Mica. ¿Cómo estás? –me pregunta papá acariciándome el pelo.

– Hola, pa. Bien, ¿ustedes?, ¿cómo salió el partido? –pregunto.

– El partido es lo de menos. ¿Vos y tu brazo y tu cabeza?

– ¿"Cabeza"? –pregunto sin entender.

– Cuando te caíste del desmayo, te golpeaste contra el suelo... –dice mi tío sentándose a mi izquierda, enfrente de papá.

– Estoy bien, pero supongo que falta para que me den el alta –digo un poco cabizbaja–. ¿Y Brisa y los chicos?

– Ellos pudieron salir bien del quilombo. –dice el tío.

– Lo que pasa es que alguien acá se quiso hacer la súper heroína... –comenta papá.

– Lionel, sintió que era lo que tenía que hacer. –le dice el tío a papá en forma de reto.

– Ya sé, Pablo. Pero siempre le dijimos que primero está ella. –dice papá agarrándose la cabeza.

– Pero la criaron con un corazón tan grande que hace estas estupideces. –dice el tío antes de regalarme una sonrisa. Y le sonrío de vuelta.


– Buenos días –dice, con un castellano bastante atravesado, una doctora entrando–. Soy la doctora Liliana Lina y estoy a cargo de tu caso.

– Buenos días, doctora –saluda papá antes que nadie–. ¿Cómo proseguiremos? –agrega poniéndose las manos en los bolsillos de su pantalón.

– Veremos cómo avanza. Si está bien, a la tarde le damos el alta. –dice la doctora anotando algo en sus planillas.

– Muchas gracias. Y ¿con el seguro de viajero? –pregunto.

– Le deben dar el número de póliza a la secretaria en recepción, así corre todo por ellos –agrega con una sonrisa–. Cualquier cosa, me avisan. Soy la única en el piso que habla español, así que les podré ayudar prontamente.

– Gracias, doctora –decimos los tres antes de que se retire.


– Bueno, denme los papeles de la póliza así los llevo –dice el tío levantándose de su asiento y pasando las manos por su pantalón.

– Acá están –le dice papá tendiéndole mi sobre con documentos. El tío lo agarra y se retira.


– Tenés la pulsera –le digo a papá tomando su brazo izquierdo y viendo que tiene la "pulsera de la amistad" que le regalé hace unos días.

– Creí que me iba a dar suerte. Pero mira dónde estamos –dice sentándose a mi lado.

– ¿Cómo terminó el partido? –pregunto aún mirando la pulsera.

– Uno a cero. Gol de Otamendi –me dice sin sentimiento en su voz–. Ganamos, Mica. –agrega exhalando.

– ¿Qué pasa, pa? –le digo preocupada.

– No sé si sigo –suelta. Luego me mira.

– ¿Por? –pregunto sin entender.

Labyrinth | Emiliano MartínezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora