El doctor McDowell, médico de confianza de la familia, se presentó tan pronto recibió el recado. Las niñas aguardaron en la habitación esperando noticias sobre la salud de su abuela. Emma, en su deber como hermana mayor, contuvo las ansias de las menores Elizabeth y Valentina.
—¿Cuándo podré ver a mi abuela?
—¡Paciencia, Valentina! —exclamó Emma, apoyando el mentón sobre su cabeza—. El doctor McDowell la curará.
—¿Y si no sé recupera?
La niña profirió un quejido.
—¡No seas pesimista, Eliza! Estás asustando a Valentina. Procura guardarte tus opiniones.
—Bueno, permaneceré callada si es lo que quieren.
—¡Te lo agradecería! —respondió Emma, sarcástica.
—¡Silencio!¡¡Niñas!! —ordenó Adelaida, fastidiada.
—Es culpa de Valentina, madre —acotó Elizabeth, con aire de grandeza—. Está sollozando porque cree que nuestra abuela morirá. Yo le he dicho que no debe pensar de tal manera, pero ya sabes lo necia que es.
—¿De qué hablas, Elizabeth? —gritó la mayor—. Eres una...
—¡Suficiente! —vociferó la madre—. La vida de su abuela corre peligro y ustedes aquí peleando. ¡Compórtense! Y tú niña, ya deja de lloriquear. Nadie ha muerto aún. Lo único que nos faltaría es que atraigas una vez más la desgracia a esta casa.
Adelaida dedicó una mirada llena de resentimiento a la menor. Valentina no emitió sonido. ¿Cómo podía ser tan insensible? En ese momento no entendió a qué hecho se refería. ¿Podría acaso estar aludiendo a la muerte de su padre? ¿Y qué responsabilidad cargaba en la niña para acusarla de tal forma? ¡Acabó por destrozarla!
—Valentina... —suspiró Emma, intentando retenerla en sus brazos— ¡No le hagas caso! ¡Por favor, ven!
—No —protestó, desplomándose en la cama—, no quiero.
—¡Ya déjala! Al menos no volveremos a oír su horrible llanto...
—¡Si no cierras tu maldita boca te daré una tunda, Mary Elizabeth Hayward! —amenazó Emma, y se levantó de la cama para contener a su hermanita—. No atiendas a las palabras de Adelaida, solo quiere hacerte sentir mal. Tú no eres la culpable de ninguna desgracia.
Trataba de entender porque su madre había sido tan dura con ella, ni siquiera Emma podría explicarle el rencor que le guardaba. Ahora más que nunca estaba convencida que debía comenzar una nueva vida en Winterstone.
Después de que el boticario le suministrara los medicamentos necesarios, la señora Hayward pidió ver a sus nietas.
—Mis preciosas niñas —pronunció, con suslívidos y delgados labios que, aun sin fuerzas, esbozaba una sonrisa al verlas—. ¡Acérquense!
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Valentina [Bilogía Cenizas De Luna 1]
Historical FictionDurante el siglo XIX en el pueblo de Hemfield hubo un trágico suceso que cambió por completo la vida de la familia Hayward, en especial para la hija menor: Valentina. La muerte de su padre se convirtió en un enigma por resolver. A su corta edad Vale...