Capítulo 22 - El secreto de los Hayward

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Despertó aturdida con un cúmulo de emociones

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Despertó aturdida con un cúmulo de emociones. Una sensación de pesadez le acompañó desde que abrió los ojos hasta que vio al doctor McDowell y Emma entrar a la habitación. La violencia con la que actuó Adelaida fue el último motivo que le dio para aborrecerle y creer cada día más en su culpabilidad. Estaba convencida. Tal vez hoy no podía probarlo, pero con el tiempo le mostraría al mundo entero quien era Adelaida Beaton.

Acostada en la cama de la madre observó un antiguo retrato en el velador. No hay semejanza alguna entre ese demonio y mi, pensó.

Cuando el doctor McDowell preguntó que había ocurrido Emma no supo que excusa inventar. El hombre ya estaba acostumbrado. Valentina tenía heridas desde muy pequeña. Nunca decía nada, solo hacia su trabajo de revisarla y se marchaba. El aguardiente hizo que gimiera de dolor.

―Tiene suerte, señorita. Estas cortadas podían haberse infectado. Necesito más espacio, gracias. ―El doctor McDowell revisó sus ojos y luego colocó una venda en su frente―. El golpe fue leve, por fortuna. Pudo haber sido letal. Le indicaré unos medicamentos que puede conseguir usted misma con el boticario. Si continúa con esas náuseas, volveré. ¡Hasta luego! Guarde reposo y tenga cuidado.

El doctor había creído que todos esos golpes se debían a un tropezón por las escaleras. Volvió a taparse con el cubrecama, hacía mucho frío. Recordó bien las palabras de Adelaida: "Yo no tengo ninguna hija". En cierta forma, esa mujer nunca se había comportado como una madre. Desde que tenía uso de la razón, había sido cruel y perniciosa, despertando en la criatura el rencor.

Durmió hasta la tarde. Ya cuando se pudo levantar ayudó a hacer las maletas junto a Emma. No hablaron del tema. La hermana mayor estaba angustiada.

―Lo lamento, Valentina ―sollozó―. Lo lamento tanto.

La abrazó y le dijo que no tenía por qué pedirle disculpas. Estaría bien en casa de su tío, y ella podría visitarla cuando quisiera. El sirviente de los Beaton se encargó de llevar las maletas hasta el coche.

Vislumbró a su tío Bernard en el vestíbulo. Bernard no había tardado en enterarse del escándalo. Fue él mismo quien llamó al doctor McDowell y mandó a preparar una habitación para su sobrina en Fayth Square. Él quería aconsejar a Adelaida antes que tomara una decisión precipitada, pero la mujer era tan terca que estaba bien determinada a que la muchacha ya no viviera en su casa.

Dejar Wallet Crescent no le daba pena alguna. Al contrario, salir de esa casa podría ser el comienzo de su nueva vida. Era una verdadera lástima que se perdiera de los últimos días con su hermana antes de las nupcias, pero con tal de no volver a ver a esa infame mujer podía aceptarlo y más.

―Esa chiquilla tiene que aprender de una vez, Bernard. Tú y Edith no tienen la obligación de hacerse cargo de ella. Ya es lo suficiente mayor como para aceptar las consecuencias de sus actos.

Valentina [Bilogía Cenizas De Luna 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora