Al día siguiente, durante el desayuno, John la recibió entusiasmado por hablar con ella. Valentina le dio los buenos días y tomó asiento en silencio. Pidió el té como solía tomarlo, con una rodaja de limón y azúcar. Sintió la incomodidad en la mesa después de la charla que había tenido ayer pensó que quizá su mentira había alentado las esperanzas del caballero. Tratando de evitar que mencionara el tema habló del buen clima que hacía esa mañana. Los minutos transcurrieron con lentitud hasta que la doncella anunció la visita del señor Blair. El semblante de John se oscureció, se levantó tan precipitado que volcó su té.
―¿Cómo se atreve usted a presentarse en mi casa? ¡Farsante!
Vincent ignoró sus palabras y se dirigió hacia ella.
―He venido por la señorita Hayward. La acompañaré hasta el juzgado
―De ninguna manera ―intervino John―. Valentina no permitiré que vayas con este caballero a ningún sitio. ¿Es que no tiene usted vergüenza? La señorita Hayward guarda luto por la trágica muerte de su hermana y mi esposa, y usted quiere inmiscuirla en asuntos que no le conciernen.
―¿Disculpe? Señor Brownson no tiene usted derecho a decirme lo que debo hacer ―objeto ella.
―¡No puedo creerlo! Después todo lo que te hizo este hombre, ensució tu nombre y jugó con tus sentimientos, ¿piensas ir con él? Actúa con sensatez.
―Así es, debo ir a ese juicio y si el señor Blair está dispuesto a acompañarme iré con él.
El semblante pálido de John enrojeció, como un niño caprichoso arrugó las cejas y gruñó golpeando la silla. Llamó a la doncella embravecido, alzando la voz por la tardanza de la misma.
―Enséñele la salida al señor Blair, ¡por favor!
―Le agradezco ―dijo Vincent, calmado―. Conozco bien la salida. Señorita Hayward, estoy a su disposición.
Valentina asintió abochornada. El corazón le latía con rapidez, se perdió observando la puerta por la que salió Vincent arrepintiéndose por no tener la firmeza para irse con él.
―Me decepcionas ―susurró John, antes de encerrarse en su habitación.
Cerró los ojos con fuerza y apretó los puños. Estaba cansada de los celos y las peleas entre Vincent y John. Sin embargo, ese día no se trataba de amores pasados ni de traiciones. Tenía que estar presente en el juicio de Adelaida Beaton, y nadie se lo impediría.
Dieron las ocho en punto cuando John salió a toda prisa con su maleta. El coche estaba preparado para llevarlo al juzgado. Valentina lo siguió y pidió que la llevara con él.
―Este no es tu asunto, Valentina. No eres una detective, ni nadie con el poder de ayudar en el juicio.
―Tengo derecho a dar mi testimonio.
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Valentina [Bilogía Cenizas De Luna 1]
Historische RomaneDurante el siglo XIX en el pueblo de Hemfield hubo un trágico suceso que cambió por completo la vida de la familia Hayward, en especial para la hija menor: Valentina. La muerte de su padre se convirtió en un enigma por resolver. A su corta edad Vale...