Capítulo 6 - Debes aprender a decir adiós

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Desilusionada, herida, desanimada, postrada en su cama, pensó: Había perdido la confianza de su mejor amigo, por un asunto ridículo

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Desilusionada, herida, desanimada, postrada en su cama, pensó: Había perdido la confianza de su mejor amigo, por un asunto ridículo. Nunca vio enfurecer a John de esa manera, su temor de que el matrimonio arreglado arruinara su amistad era cada vez más real. Ahora entendía porque su abuela quería alejarla de él, pero pese a sus buenas intenciones no había podido evitarle el dolor a su nieta. Aun no podía comprender porque había tomado una decisión tan desfavorable para Valentina. No sería cuestión de unos días, quizá le tomaría años, o una vida entera para aceptar la realidad.

Eran las cuatro de la tarde cuando Emma entró para anunciarle:

―Nuestra madre nos espera en la sala.

Siguió los pasos de su hermana mayor hasta acomodarse en el sillón junto a Elizabeth. Esta, paralizada y con la vista al frente no le dejó suficiente espacio hasta que Emma la corrió de un empujón.

Minutos antes de hablar, Adelaida se paseó de un lado a otro con una fusta.

―Han llegado a mis oídos un rumor...

Las niñas murmuraron.

―Aparentemente una de ustedes ha cometido una grave falta. Quiero que tengan en claro que no toleraré una desobediencia más en esta casa. Voy a implementar duros castigos para evitar que se burlen de mi autoridad, en especial para ti. ―Señalando a la menor con la fusta―: Valentina Annie Hayward.

―Le aseguro que no he hecho nada, madre ―titubeó.

Adelaida llevó su mano a la barbilla y sostuvo el látigo bajo el brazo.

―Entonces, si no fuiste tú quien entró al despacho durante mi ausencia y hurtó de allí un papel sumamente importante, ¿Quién fue?

Valentina no respondió y buscó el apoyo de su hermana.

―De seguro fue esa misma persona que ayer, se atrevió a bajar al vestíbulo a recoger las piezas de su juguete. ¡Cerca de la sala! 

Adelaida enseñó a las tres la rueda del carruaje de madera.

―Y fue esa misma insurrecta ―continuó, en un tono áspero y con una mirada llena de antipatía hacia su principal interlocutora―, la que se atrevió a confesar al pequeño John sobre lo que oyó. Una conversación de adultos privada. ¿Qué condena podría dar a semejante delito?

La mujer tomó a la niña del cuello del vestido y la golpeó con la fusta.

―Madre ―intervino la hermana mayor―, tiene mi palabra, Valentina está arrepentida de lo que hizo. No le haga daño, ¡por favor!

―Lo lamento, Emma, pero de alguna forma tengo que enseñar un poco de respeto a esta mocosa.

Dándole dos latigazos en la espalda y diez en las manos la mandó a sentarse. Valentina lloriqueó, su hermana le besó las heridas y se compadeció de su dolor. Adelaida no había aprendido nada de las reconvenciones de su suegra sobre la violencia en su modo de disciplinar.

Valentina [Bilogía Cenizas De Luna 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora