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El viaje de regreso a Dragonstone fue eterno para Aelinor, quién todo el tiempo recordaba a Aemond sobre ella, haciéndola sentir cosas que jamás había sentido. Incluso solamente con besarla era tan diferente.

Quería llorar desde el momento en el que él habia dejado la habitación pero incluso ahora, lejos de King's Landing, no lo había hecho. Había creído qué los sentimientos eran mutuos y qué él no la deshonraria de esa manera. Darse cuenta que aún era lo suficientemente estúpida como para haber creído en alguien de los verdes, la humillaba.

Se sentía usada al pensar que había sido la forma en la qué el príncipe había saldado la deuda de Luke, una deuda qué para empezar, ella creía que ni siquiera existía.

Era Aemond Targaryen, claro que no iba a casarse con ella, y por primera vez en toda su vida, odio su cabello castaño y ser hija de Sir Harwin Strong, de quien siempre se había mantenido orgullosa.

Sí fuera hija de Sir Laenor Velaryon, con el cabello casi blanco igual que él y su madre, todo sería más fácil y Aemond no podría negarse a desposarla.

Suspiró, no sabía sí lo que sentía por él rubio era amor o solamente era deseo que no podía entender o separar de lo otro. Se tocó los labios con brusquedad mientras pensaba en todo, y rezaba a los dioses qué los rumores no empezarán antes de que aceptara a alguien que la desposara.

Sabía que ahora no tenia elección y tendría que elegir al primero que volviera a pedirle matrimonio.

Su madre la observaba desde la otra punta del barco, sabiendo que algo estaba preocupandola. Había estado callada todo el tiempo que llevaban viajando y la forma triste y decepcionada en la qué miraba el mar no le daban buenas señales, además de verla morder sus uñas, cosa que no hacía en años.

—Tengo que ir a hablar con ella—le murmuró a su esposo, Daemon. Sus hermanos estaban junto a Rhaena, quién les platicaba historias sobre ella y Baela, pues ahora eran prometidos y sentían más cercanía.

—No creo que vaya a decirte una palabra de lo que le esta pasando.—advirtió Daemon—Pero quizá la compañía le haga bien.

Rhaenyra camino hasta su hija, quién le dio una leve sonrisa cuando la vio llegar a su lado.

—Hola, madre—la saludó

—Mi dulce niña—le sonrió ampliamente y comenzó a acariciar su cabello. Técnica qué siempre usaba cuando era niña y algo la ponía triste—¿Porqué estas triste, mi amor?

—Es sólo que extraño a mi padre—miró el mar. Sabía que estaba mintiendo de la peor forma posible al mencionar a Laenor.—Estar en King's Landing me hizo recordarlo mucho, y al señor Harwin Strong también.

—Oh, mi niña—la abrazó por los hombros, cerrando los ojos un momento y decidirse a no mencionar a Harwin—Tu padre está en el mar, ahora es parte de él. Piénsalo como si estuviera aquí, cada vez que tocas el mar, o lo ves, o nos lleva de regreso a casa. Es parte de él.

—¿Crees que él estaría orgulloso de mi?—preguntó, sintiendo verdadera tristeza por su padre ahora. Sabía que nadie estaría orgulloso de ella al saber que fue deshonrada de esa manera.

—Por supuesto, mi princesa—le volvió a sonreír—Él estaría orgulloso de ti siempre, Aelinor. Tu padre te amaba demasiado, yo sé que aún lo hace, y no porque no puedas verlo significa que no lo haga. No estés triste, mi pequeña.

Estuvieron un rato observando el mar, tomadas de la mano en silencio, pensando en Laenor Velaryon y en las cosas que las preocupaban. Por un lado, Aelinor no dejaba de pensar en su deshonra y en lo mucho que sentía dolor por Aemond Targaryen, y Rhaenyra pensaba en que su anterior esposo estaba con vida y ninguno de sus hijos lo sabía, en cómo la última carta recibida por un cuervo de parte de Laenor hace un año decía lo mucho que quería saber de sus hijos y no había sido contestada.

Aelinor Velaryon.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora