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Por las noches intentaban descansar, tanto física como mentalmente.

Aelinor no dejaba de mirar el techo mientras pensaba en mil cosas, en la conversación con su madre, en la muerte de Delilah, en como habían intentado asesinarla y el porqué, en la guerra, en el miedo que le daba qué lastimaran a más personas que amaba.

Suspiró y decidió qué no iba a poder dormir. Se quitó la sábana de encima y luego observó el brazo de su esposo sobre ella, rodeandola con algo de fuerza. Le tomó el brazo con cuidado y trató de alejarlo con suavidad, usando las dos manos para poder levantarlo, y cuando por fin pudo hacerlo, se puso de pie de inmediato, antes de que el rubio intentara abrazarla de nuevo.

Aemond siempre buscaba tocarla cuando estaba dormido, ya sea abrazandola, tomándola de la mano, con su mano tocándole el cabello. Siempre tenia que tocarla, de esa forma él podría sentir de inmediato sí se iba de la cama.

—¿A dónde vas?—escuchó la ronca voz de su esposo, y giró a mirarlo. Mantenía su ojo cerrado y no se había quitado el parche para dormir ese día, a veces creía que le seguía dando pena mostrarle la cicatriz y el zafiro por completo.

—¿Estás despierto?—preguntó al no verlo abrir el ojo en ningún momento, pero si estirar la mano para buscarla en su lugar de la cama.

La pregunta lo hizo abrir el ojo y mirarla, aún en la oscuridad qué reinaba en la habitación. Estaban acostumbrados a aquella oscuridad y sus ojos se habían acoplado a ella, podían divisar mejor en ésta.

—¿Tú que crees?—se burló, acomodando la almohada detrás de su cabeza y posicionando sus brazos detrás de ésta. Sin camisa y algo despeinado. Aelinor mordió su labio al mirarlo de esa forma y en esa posición, pudiendo admirar los músculos en sus brazos. Aemond la miró y aunque sonrió arrogante un momento, su voz se volvió más autoritaria y grave—¿A dónde mierda vas?

—No puedo dormir porque no dejo de pensar.—confesó—Creo que iré a montar a un dragón por un rato.

Aemond se le quedo mirando unos segundos, y ella esperaba su confirmación para salirse de la habitación.

—Bueno...—sonrió con descaro—Yo también soy un dragón.

La manera en la qué miró de arriba a abajo, como si pudiera ver atrás de su ropa para dormir, la hizo sentir algun tipo de electricidad, y se convenció cuando lo miró fijamente, observando los reflejos violeta de su ojo brillar con intensidad aún en la oscuridad.

La princesa volvió a acercarse a la cama, subiéndose a ésta de rodillas hasta estar junto a su esposo, a quién beso de inmediato sin dejar de estar maravillada por los labios del rubio y lo bien que la besaba.

Aemond levantó su torso e hizo qué su esposa se acostara en la cama, poniéndose encima de ella. Le gustaba como podía tener el control de la situación y ser él el qué la dominaba a ella. Le gustaba como podía hacer tantas cosas sin dejar de besarla.

—No—murmuró Aelinor y lo empujó levemente del pecho para que se separara.—Yo voy arriba.

La sonrisa en el rostro de Aemond fue totalmente involuntaria, pero así la castaña tuvo oportunidad de empujarlo y rodarlo para acostarlo en la cama y ella poder subirse sobre él, sentándose sobre sus caderas, sintiendo la presión de la verga de Aemond poniéndose dura sobre su pantalón, rozando su intimidad.

La princesa volvió a besarlo con más desesperación, y después se separó para poder observarlo, admirando con detalle toda la vista.

Su esposo se dio cuenta de como lo veía y volvió a posicionar sus brazos detrás de su cabeza, sabiendo que era algo que a su mujer le gustaba ver. Luego la vio sonreír y negar con la cabeza.

Aelinor Velaryon.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora