La bienvenida qué le brindaron sus hijas, su esposa y los hijos de ésta, fue cálida y dulce.
Daemon volvió a sentirse en casa al entrar al castillo y sentir que estaba protegiendo a los suyos.Una parte de él se mantenía preocupado y alerta de Harrenhal, de la princesa Aelinor y de su sobrino, a quién aún no le daba el cien por ciento de su confianza.
—¿Cómo han estado, mis pequeños?—murmuró con la voz suave en cuánto cerró la puerta de sus aposentos y observó a sus dos hijos menores, Aegon III y Viserys II, jugando uno con el otro. Rhaenyra sonrió con dulzura al escucharlo y pudo sentirse tranquila al saber que estaba en casa.
Daemon se acercó a ellos y les acarició el corto y suave cabello rubio. Se inclino hacia ellos y depositó un brusco beso en la cabeza de cada uno, que lo miraron y sonrieron.
Esa noche volvieron a dormir juntos por primera vez en días, pues desde que se enteraron de la muerte del rey Viserys, ambos habían tenido inconvenientes, de tiempo, de humor, de personalidades y no pasaban tiempo como esposos, si no como compañeros en esta guerra.
Aelinor se encontraba en el salón del castillo Harrenhal, admirando la estructura incompleta, las paredes destruidas y la gran oscuridad qué lo abrazaba, siendo lo único que siempre permanecería, en Harrenhal y en cualquier otro lugar, fuera y dentro de la muralla, incluso dentro de cada ser humano, la oscuridad jamás se iría.
—Desearía haberlo visto cuando aún estaba completo—escuchó un voz por detrás, y unos pasos entrando al salón. No necesitaba girarse para saber de quién se trataba.
—Creo que es mucho más imponente qué el salón de la fortaleza roja—replicó la princesa y pudo escucharlo sonreír.
Giró la cabeza levemente para mirarlo al escuchar como llego a su lado. El rubio mantenía la vista al frente, observando el salón.
—Estuve pensando,—suspiró—¿Tuviste dudas sobre casarte conmigo?.
La pregunta no desconcertó al príncipe, pues sabía que su esposa solía decir lo que pensaba en el momento. Sin embargo, sí se sintió confundido respecto al porqué de la pregunta.
—Sí.—replicó casi de inmediato, sin pensar mucho en la respuesta. No era un hombre mentiroso. La miró y ella asintió levemente mirando al frente, con una pequeña sonrisa apenas visible. No se tomaba a mal la mayoría de las palabras que salieran de la boca de su esposo, lo conocía lo suficiente para saber que no mentiría para quedar bien, así como sabía que, la mayoría de las veces, era mas directo de lo que debería.—Más que dudas, de hecho.
—¿Más que dudas?—lo cuestionó mientras lo miraba directamente al ojo, con las cejas alzadas y una sonrisa divertida—¿A qué te refieres?
—Llegué a considerar el luchar contigo y Vermithor.—confesó, volviendo a mirar al frente. No quería verla directamente a los ojos mientras lo admitía.—Llegué a considerar el matarte en la guerra. Luchar en el nombre de mi familia y hacer lo necesario, incluso sí eso significaba qué tenía que verte morir.
—¿Y qué pasó?.
Aemond suspiró y alzó levemente los labios, pensando en la respuesta. Una de las cosas que amaba de Aelinor era qué podía ser honesto con ella y no se lo tomaría como un ataque, que usualmente sonreía y simplemente se enfocaba en el presente. Como ahora, podía verla sonreír levemente mientras tenían esa conversación, no lloraba, no se asustaba, no se molestaba, simplemente lo escuchaba y trataba de entender su punto de vista.
—No me gustó la idea.—la miró de nuevo, admirando aquel rostro iluminado por ligeros rayos del sol, con esa pequeña sonrisa que le decía que estaba bien que fuera él mismo y aquel toque de diversión qué siempre le hallaba a las cosas.—Pensé en cómo sería verte morir, como seria matarte o simplemente como enterarme qué habías muerto en la guerra, y no me gustó. No se sintió bien.
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Aelinor Velaryon.
FanfictionAelinor Velaryon, la primera hija mujer de Rhaenyra Targaryen y Laenor Velaryon, pasa de la niña dulce y tierna a "la nueva delicia del reino", cosa que su tío Aemond Targaryen no pasa desapercibida. Pero, ¿qué es ese sentimiento que tienen desde n...