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—¡No, Joff!—le gritó Aemond con algo de molestia.—Debes esquivar los golpes más rápido, sin dejar que te toquen.

Ahora entrenaba con ellos todos los días. Jacaerys mejoró demasiado entrenando con alguien más de su edad y también con Daemon, aunque aún no entrenaban este último y Aemond juntos. Seguían enojados con el otro. Apenas se veían en el salón y parecía que se iban a arrancar la cabeza.

Luke y Joff amaban entrenar con el de cabello largo, les gustaba que les enseñará trucos y que además aprendian demasiado, aunque les gritaba demasiado y su mirada llegaba a asustarlos. Aelinor de vez en cuando pasaba a observar el entrenamiento un rato.

La princesa solía montar el dragón prácticamente todas las noches, con la excusa de la guerra qué se avecinaba y Aemond sentía que podía agradecerle a los dioses por esa bendita guerra.

—Hola—se acercó la Velaryon a su esposo abrazándolo por detrás y dejando un pequeño beso en su hombro.—¿Cómo van?

—Mejor que como los encontré.

La princesa sonrió divertida ante el comentario y miró a sus pequeños hermanos entrenar con la espada. Debía admitir qué les enseñaba más de lo que pensaba. Giró a su derecha, en donde se encontró con Daemon gritándole a Jace y empujandolo al suelo mientras entrenaban.

Suspiró y le dio unas palmaditas a su esposo en la espalda.—Creo que iré con Daemon y Jace.

—¿Porqué?—murmuró sin alguna expresión, no sabía sí le daba igual o realmente había algo oculto detrás de su inexpresividad.

—Porqué parece que no deja de gritarle a Jace, en vez de ayudarle a entrenar como tú a los niños.

—No puedes ir a protegerlo de todo, Aelinor.

—Pero sí puedo.

El rubio se volvió a mirarla, con los labios ligeramente alzados y una mirada de desaprobación. Ya no se ponía celoso de Jacaerys o de Lucerys, entendía ahora que el amor entre ellos era enorme pero sólo como hermanos. Seguía poniéndose celoso de Daemon, Sir Erryk o cualquier hombre con el que su esposa hablara y sonriera.

Excepto con su abuelo, Lord Corlys, qué sorprendentemente siempre le daba alguna palabra de apoyo a él y su matrimonio.

—Bien.—murmuró mirándola—Ve, pero si Daemon te grita una sola vez, voy a tener su cabeza en nuestros aposentos. Puedes ir.

Aelinor miró a su esposo volver a mirar a sus hermanos para estar al pendiente del entrenamiento, mientras que ella se quedo pensando unos segundos. Sí iba ahora, Daemon podría gritarle y eso iba a dar comienzo a otra horrible disputa entre él y Aemond.

Miró a Jace, que seguía siendo gritado por el esposo de su madre, y suspiró. No podía permitir qué Daemon desquitara todo tipo de coraje y odio sentido en alguien que no tenia nada que ver. Suspiró y comenzó a caminar en su dirección con paso tranquilo.

—Hola—dijo cuando llego a sus lados, haciendo qué ambos la miraran y se quedarán callados.—¿Cómo van?

—Aelinor, puedes decirle a tu esposo qué no voy a gritarte—dijo Daemon mirando atrás de la mencionada—Puede dejar de mirarnos como un maníaco.

La princesa se volvió a mirar detrás de ella, observando a lo lejos a su hombre mirando en su dirección, con la vista fija y desafiante. Sólo estaba esperando ver algo que no fuera de su agrado para ir por la cabeza de su tío. Realmente podías pensar que era un maníaco.

—Uhm—murmuró la castaña volviendo a mirar a Daemon.—Sólo ignoralo.

—Es difícil ignorarlo sí tiene esa cara de un tuerto estúpido.

Aelinor Velaryon.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora