47

1.5K 135 17
                                    

Aelinor parecía que iba a caerse en cualquier momento de su dragón, pero se mantuvo firme a la idea de cuidar a sus hermanos hasta el castillo.

Aemond entró primero, con la espada en la mano, asegurandose qué no hubieran llegado al lugar o en su caso, que no los fueran a traicionar.

—Traigan al maestre—ordenó y los soldados asintieron para luego buscarlo con desesperación al ver al príncipe Joffrey.

Daemon subió en Caraxes y dejo de importarle quién era quién, quemando a todos los soldados cerca del castillo, eliminando a una cantidad gigantesca de aliados y enemigos. Claro que aquello no era la estrategia pero ya estaba harto de no verlos morir a todos.

Se fue al final de la ciudad, observando las líneas de apoyo de Baratheon y Lannister y voló sobre ellas mientras que Caraxes inclinaba su largo cuello hacia ellos y los fundia en fuego.

—¡Malditos traidores hijos de puta!—gritó hacia los Baratheon—Voy a quemar a todos y cada uno de ustedes.

Meleys y Seasmoke seguían luchando contra Silverwing.

—Dracarys—dijeron madre e hijo al unísono, rodeando a Silverwing y su jinete en una ráfaga de fuego de la qué no pudo escapar, sintiendo como lo quemaban por ambos lados. Escucharon el grito del jinete antes de incinerarse y el rugido del dragón antes de cerrar los ojos para siempre, cayendo -lo que quedo de él- en un golpe seco al suelo, cayendo encima de las ballestas y los Lanister qué las manejaban.

Los arqueros volvieron a atacar con un nuevo objetivo; la princesa Rhaenys, a quién tomaron desprevenida mientras miraba a su hijo preguntándose el cómo es que estaba vivo. La hirieron de gravedad en la pierna, abdomen y brazos, haciendo qué Meleys bajara con lentitud y Laenor fue detrás de ella, tomándola en brazos y llevandosela en Seasmoke para mantenerla a salvo. Meleys subió a los cielos manteniendose segura, rugiendo ante el sufrimiento de su jinete.

Daemon aprovechó la situación para acercarse con Caraxes y detenerlo en la puerta del castillo, rugiendo ante todo aquel que se acercara. El rubio había entrado sólo al castillo, topandose, poco después, con Sir Criston Cole en éste, desenfundando su espada una vez más.

—Estás vivo—le dijo la princesa a su hijo, acariciandole el rostro con su mano temblorosa y una sonrisa de paz en su rostro.—Rhaenyra nunca te mató.

—Rhaenyra me liberó, madre—respondió—No puedo tener cabello para que no me reconozcan, pero estoy más vivo qué nunca. Te extrañé tanto, perdóname por haberte hecho sufrir de esa forma.

—Te extrañé mucho más, amor mío.—le sonrió—Y te perdono, y a Rhaenyra. Tu padre va a estar muy feliz cuando te pueda abrazar.

—Joffrey perdió un ojo, madre.—se puso serio—Fui tan mal padre que incluso ahora, no pude evitarle el sufrimiento a mi último hijo, aquel que lleva el nombre del hombre que tanto amé.

—Ellos te aman, Laenor—respondió—Finalmente lo entendí; eres su padre y te aman tanto como yo los he amado a ti y a tu hermana.

Joffrey era atendido por varios maestres, que habían detenido la pérdida de sangre del menor, siendo cuidado por su hermano mayor.

Aelinor mantenía su vestido levantado hasta el inicio de su pierna derecha, para que el maestre pudiera coser cada una de las heridas en ésta. Volvió a sentir un dolor en el estómago qué la hizo retorcerse y el maestre frunció el ceño al ver más sangre escurrir por su pierna.

—Mi princesa—murmuró, preocupado. La castaña volvió a agarrarse el vientre y gimio de dolor, observando más sangre salir de ella. Aemond se asustó y la miró, temeroso de perder a lo que más quería.

Aelinor Velaryon.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora