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—Hola, Vhagar—la saludó la princesa, como solía hacerlo cada que veía a la dragón vieja y amargada qué apenas dejaba qué su jinete la tocara. De alguna forma, Aelinor siempre había pensado que Vhagar había dejado qué Aemond la reclamara porque podía ser igual de malhumorado qué ella.

—Hoy se ve más linda, ¿cierto?—dijo el del parche mientras acariciaba la gigante mandíbula de su dragón. Aelinor sólo lo había escuchado hacerle cumplidos a ella y a Vhagar. No tenía problema mientras sólo siguieran siendo ellas dos.

—Cierto.

—Creo que es porque sabe que hoy podrá quemar a quién quiera en el castillo—siguió diciendo y acariciandola, con una sonrisa feliz en el rostro. Aelinor frunció el ceño y lo miró.

—¿Ella está feliz o lo estás tú?.

Aemond la miró serio, haciéndole saber que aquello no le había causado gracia. La princesa volteó los ojos y se acercó un poco más a la dragón, estirando sus brazos.

—Soy yo, Vhagar.—murmuró con dulzura y siguió acercándose con precaución.—La princesa Aelinor, la esposa de Aemond Targaryen; tu jinete.

—Realmente disfrutas llamarte a ti misma "mi esposa"—bromeó.

—Bueno, lo soy, ¿no?

Lo miró asentir sin dejar de sonreír con burla. Se acercó un pequeño paso más y finalmente pudo tocarla, viendo como dirigía la mirada a ella, sin gruñirle esta vez. En el rostro de la princesa creció una sonrisa y comenzó a acariciarla.

—Suficientes caricias para ella, dámelas a mí.

—Espera, también deseo que ella vuelva bien.—murmuró y siguió dándole caricias por un par de minutos, mientras trataba de hacerle saber que quería que cuidara de su esposo.

Aemond decidió dejarla con Vhagar mientras él terminaba de prepararse para el vuelo, revisando qué tuviera sus armas consigo así como la silla estuviera fija. Se volvió a acercar a la castaña cuando confirmo qué todo estuviera bien.

La Velaryon se acercó a él y lo tomó de las mejillas, se puso de puntillas y dejó qué sus labios le dijeran a los suyos cuan angustiada estaba por el viaje, así como lo mucho que le importaba qué estuviera bien, con un lento y amoroso beso.

—No tiene sentido qué te pongas de puntillas sí igual tengo que agacharme un poco para alcanzarte.—murmuró burlón y volvió a darle un beso en los labios cuando le vio intenciones de contestar a eso.

Aelinor lo abrazó con fuerza por el cuello y hundió su rostro en éste un momento, aspirando su aroma por un instante.

—Siempre te he amado, Aemond.—confesó—Te he amado desde los nueve años y lo haré hasta el día de mi muerte. Así que, por favor, no mueras.

—No moriré, Aelinor.—la consoló acariciando su lacio y precioso cabello—¿Lo dices por lo de anoche?

—Sólo creo que debo hacerte saber que te amo tanto como tú me amas a mi.—suspiró—Y siempre vas a ser tú, Aemond.

El rubio sonrió al escucharle decir lo último, recordando qué sólo él lo había dicho la noche anterior.

—Yo sé que me amas tanto como yo a ti. Tus ojos me lo dicen todo el tiempo.

La castaña sonrió con alegría y algo de alivio de que él solo se diera cuenta de ello. Volvió a acercarse a él y lo beso en los labios y después le dio muchos pequeños besos por el rostro, haciéndolo sentir avergonzado de verse tan vulnerable con ella, de que pudiera quitarle la máscara del príncipe intimidante.

Aelinor Velaryon.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora