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Tres años después, viajaban hacia el norte, a caballos y dragones.

—No creo que a Vermithor le guste el frío qué hace aquí—le dijo al del parche en cuánto éste le tomó la mano para ayudarla a bajar de la furia de bronce, que bufaba para observar el humo salir de sus narices.

—No creo que a nadie le guste—recibió en respuesta. El cabello de Aemond volvía a crecer con mucha rapidez, siendo qué ya lo tenía a unos centímetros de como antes estaba. Lo había tenido muy corto después de la guerra, diciendo que así iba a limpiar todo lo que había pasado ese día.

—¡Viserys, Aegon, aquí!—les gritó a sus hermanos más pequeños al verlos correr hacía otro lado cuando bajaron de sus dragones. Eran la viva imagen de su padre, Daemon Targaryen. Se acercaron a su hermana con cara de fastidio y la miraron, sonriéndole a Aemond, quién solía regañarlos cuando no obedecían a su esposa—Vamos.

Entraron al castillo de Winterfell, observando a todos los sirvientes inclinar la cabeza hacia ellos y poco después, Cregan Stark salió de la entrada, sonriente.

—Princesa, príncipe—inclinó la cabeza ante ellos—Mis príncipes.—hizo lo mismo con los pequeños—Espero que hayan tenido un viaje placentero y que les agrade el cambio de clima.

Comenzaron a caminar hasta el salón, donde pudieron observar el gran buffet qué los esperaba. Cregan salió de nuevo al ser avisado que habían llegado los demás, para recibirlos.

—Helaena—murmuró Aelinor con una sonrisa y pudo ver a su esposo sonreír ligeramente al ver a su hermana a salvo. La castaña le tomó la mano al del parche y se acercaron a Helaena, que también se acercó a ellos, con los mellizos a sus costados y un bebé enorme en sus brazos.—¿Cómo estás?.

—Aelinor—le sonrió y miró al rubio—Hermano, me alegra que vinieran. Mira, es Viserys III, un Stark con la sangre del dragón.

—Es precioso—replicó la castaña y acarició el rostro del bebé. Toda la familia Targaryen iba a festejar su segundo año.

—La sangre del dragón es espesa, eh—dijo Aemond al alcanzar a ver un mechón rubio en el cabello castaño del niño. Aelinor y Helaena rieron levemente ante ello.

Jaehaerys y Jaehaera, los mellizos de Helaena y Aegon II, parecían acoplarse bien al norte, siendo queridos por todas las personas. Tenían la belleza Targaryen, por supuesto que era extraño qué estuvieran en el norte, pero aún así, eran bien recibidos, después de todo, seguían siendo príncipes.

Cregan Stark era un hombre de palabra, era bueno, amable y protector. Un hombre que vio el dulce corazón de Helaena desde el momento en el que la conoció en persona.

El lobo le había pedido a la reina qué los casara, a lo que Rhaenyra dejo en claro que su postura era lo que su hermana menor decidiera. Cregan decidió quedarse un tiempo más prolongado en King's Landing, que se terminó prolongando por tres meses hasta que Helaena aceptó casarse con él, llevandosela a Winterfell junto a sus hijos.

Y por fin, la princesa Helaena sabía lo que significaba vivir en un buen matrimonio, lo que significaba ser amada de verdad.

Helaena fue llamada por su esposo, se disculpó de su hermano y su sobrina para dirigirse a él, llevándose a los mellizos por detrás, con Viserys y Aegon observando todo el salón.

Aelinor miró al rubio con una sonrisa contenta y acarició su vientre abultado de embarazo. Aemond miró a los costados y al saber que estaban solos, -con algunos guardias, y los hermanos menores de su esposa-, decidió acercar su mano y acariciar el vientre de su esposa con cariño y una sonrisa pequeña dibujada en su rostro.

Aelinor Velaryon.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora