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Aemond entró a sus aposentos, y de inmediato miró a la cama, esperando encontrarse a su esposa en ésta. Frunció el ceño y gruñó al no encontrarla ahí.

Su vista se dirigió a toda la habitación mientras permanecía a unos pasos de la puerta, alzando los labios ligeramente pensando en donde en los siete infiernos, se había metido su mujer.

Y después de recorrer cada rincón de la habitación con su ojo, la encontró, acostada en el grande sofá al final de la habitación. Bufó con alivio y se dirigió hacia ella, con los pasos pesados y firmes. No estaba enojado con ella o por desaparecerse de repente, pero sí estaba molesto por haberla buscado en todo el castillo y encontrarla en sus aposentos.

—Princesa—le dijo en cuánto la castaña se volvió a mirarlo. Pensaba en pedirle una explicación y reprimirla por no avisarle en donde estaría, pero al ver sus ojos decidió no hacerlo—Te busqué en todo el castillo, ¿qué pasa?

Su esposa sonrió débilmente al escucharlo con la voz suave y baja, como sólo le hablaba a ella.

—Discúlpame—se sentó en el sofá y levantó la vista para seguir mirándolo a la cara—Me ha dolido la cabeza desde hace unas horas. El maestre me preparó un té para aliviarlo, dijo que seguramente es derivado del estrés y ya me siento mejor.

Aemond volvió a gruñir con lentitud, mientras asentia.—Bueno, supongo que te perdono.

La princesa sonrió ampliamente y mumuro un "gracias, mi príncipe"

—¿Segura que ya no te duele?

—Bastante segura—se mordió el labio y observó el vestido rojo en su cuerpo, que ceñia su cintura. Tomó los bordes finales de éste para comenzar a subirlos lentamente, hasta que el inicio de su ropa interior fuera visible, observando el ojo de Aemond brillante y su boca entreabierta, admirando de nuevo, aquel rostro qué consideraba como el más hermoso en Westeros.—De hecho, creo que me encuentro muy bien.

Aemond le dio una sonrisa ladina y con un movimiento repentino y, casi violento, la tomó de la cara con fuerza y comenzó a devorar sus labios con desesperación. Aelinor ahogaba una pequeña risa nerviosa qué siempre le daba cuando sentía lo mucho que su hombre la deseaba, cuando Aemond la besaba con aquella desesperación.

Las manos del rubio se dirigieron a la parte trasera del vestido, quitándole los lazos de la manera más brusca y rápida posible, y una vez que estuvieron lo suficientemente flojos como para bajarle la parte superior del vestido, sus manos desesperadas se dirigieron con velocidad a las piernas de la princesa, sin importarle las calcetas largas ni el vestido volviendo a querer bajar por sus piernas. Le acarició las piernas, por debajo de su trasero y hundía sus dedos en ésta con fuerza mientras sus besos se volvían más salvajes.

Sentía la pesada y agitada respiración de la princesa y eso sólo hacia qué su bulto comenzará a despertarse, reaccionando ante lo que sentía, tocaba y escuchaba. Estaba anonadado con la princesa Aelinor.

Le quitó la ropa interior de un movimiento y la delicada mano derecha de la princesa se dirigió con desespero hacia sus pantalones, acariciando por encima de su bulto y separandose levemente del príncipe para poder ser capaz de morderse el labio mientras apretaba un poco más sus caricias al sentir cada vez más grande el bulto en su pantalón.

Con movimientos bruscos y torpes la princesa se dedico a desabotonarle el pantalón y meter su mano dentro de su ropa interior para comenzar a acariciarlo con delicadeza. El rubio se desesperó y se puso de pie para bajarse el pantalón junto a su ropa interior con impaciencia y brusquedad, dejándola ver lo duro qué se ponía por ella.

—Chúpala.—ordenó, con la voz ronca y firme.

La princesa alzó la cabeza para mirarlo al ojo y una sonrisa maliciosa se dibujo en su rostro. Tomó el pene entre sus delicadas manos y la acarició débilmente una vez más, para después comenzar a lamerla con lentitud. El rubio hizo la cabeza para atrás, sintiendo la lengua de la castaña, soltando un gemido ahogado y cerrando el ojo un momento.

Aelinor Velaryon.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora