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Harrenhal estaba abastecido con cualquier cosa que fuera necesaria en la guerra. Aemond y Aelinor se habían asegurado de ello, con ayuda de Daemon y Lord Corlys.

Y ahora tenían que ir de vuelta a Dragonstone, dejando Harrenhal protegido por los soldados en quienes más confiaban.

Vermithor volaba a la defensiva, observando a sus alrededores todo el tiempo, protegiendo lo más que podía a su jinete.

Vhagar, quién se trataba de una dragón más vieja y algo más amargada, mantenía su jinete protegido sin estar a la defensiva, pues ya no encontraba amenaza alguna en la furia de bronce y no escuchaba nada a sus alrededores, sabía que el dragón a su lado sería el primero en actuar si algo los atacaba.

Miraron a Tyraxes volando a unos cuantos metros y la princesa sonrió dulcemente al saber que Joffrey estaba bien, que ahora también era encargado de vigilar los cielos él solo, demostrandoles qué ya era un niño grande.

Vermithor rugió con calma hacia el pequeño dragón y su jinete, recibiendo un rugido emocionado por parte de el pequeño, que comenzó a dirigirse a ellos.

Aelinor le hizo una seña con la mano en la que apuntaba al castillo y le asintió, haciendo qué su hermano menor le devolviera el asentimiento y con un giró violento y rápido, hiciera qué Tyraxes se direccionara hacia el castillo.

La castaña sonrió y negó ante aquel movimiento violento de su hermano, sabiendo que era tan valiente como lo era Jacaerys, siendo este un tercio de su edad.

—Es rápido—musitó Aemond y miró a la princesa, que le regresó la mirada.

—Es valiente.—sonrió orgullosa y aun sintiendo ternura por él—Tyraxes aún es pequeño, por eso puede hacer esas vueltas. Yo intenté hacerlas con Vermithor y nunca salió bien.

Aemond sonrió burlón y luego hizo qué Vhagar bajara de golpe con velocidad, haciendola dar un giro sobre sí misma. Aelinor rodó los ojos al verlo hacer aquello y  procedió a bajar con Vermithor de la misma manera, haciendo qué su esposo viera como ella también era capaz de ser ese tipo de jinete para su dragón.

Vermithor voló unos segundos más boca arriba, haciendo qué Aemond sonriera con la mirada, aceptando qué su mujer era una buena jinete. Vio a la furia de bronce volver a acomodarse boca abajo y pocos segundos después Vhagar y él estaban aterrizando cerca de Dragonstone, en donde Joffrey yacía esperándolos.

Bajaron de sus dragones y Aelinor le dedico unos segundos a Vermithor, acariciándolo y mirándolo con amor mientras se quitaba los guantes. El dragón gruñó suavemente y acercó su rostro hacia la princesa, haciéndola retroceder levemente y aún frotando su cabeza contra el vientre de la castaña, en una señal de caricia de él para su jinete.

La castaña rio con dulzura y abrazó la cara de su dragón, sin presión ni fuerza.

—¡Aelinor!—escuchó pasos corriendo hacia ella y giró sonriente, abriendo los brazos para recibir a su hermano menor. Joffrey la abrazó de golpe, haciendo qué casi perdiera la estabilidad y cayera. Aemond los observaba en silencio.

—Hola, dulce niño—se inclinó a su altura y le acarició el cabello con delicadeza—Te extrañé.

—Yo también.—confesó y luego se volvió a mirar al del parche—También fuiste extrañado, tío Aemond.

Y aunque ante cualquier persona el rubio no sonrió, su esposa fue capaz de ver aquella sonrisa oculta en su mirada.

—Vamos—el castaño tomó de la mano a su hermana y la jaló para que comenzará a caminar—Jace y Luke también te han extrañado y te querrán ver.

Aelinor Velaryon.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora