35. Horangi

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Tu relación con Horangi podía describirse en dos palabras: Prohibida y caliente

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Tu relación con Horangi podía describirse en dos palabras: Prohibida y caliente.

Ambos bien sabían que si se adentraban en aquel mundo del placer y los sentimientos debía de ser de manera silenciosa puesto que las relación entre soldados era prohibido, pero al asiático jamás le importo.

Obsesión.

Son las perfectas palabras para describir lo que Horangi sentía perfectamente por ti, te seguía a todas partes y te besaba en las zonas más oscuras de la base, tomando con fuerza tus mejillas y besando tus labios con necesidad, te convertiste suya de manera inmediata.

Todas las noches al marcar las doce de la noche tu habitación se abría dejando ver la figura del hombre detrás de la puerta buscándote con sus ojos, como aquella noche.

Estabas en la cama recostada en la cabecera leyendo un libro que habías comprado hacía unos días, estabas concentrada hasta que la puerta se abrió dejándote ver la figura alta de Horangi haciéndote sonreír, tiraste el libro lejos y caminaste hacia él con tus pies descalzos y tu piel de las piernas desnudas debido tu pijama.

Horangi se quitó el pasamontañas dejando ver aquellos ojos rasgados y facciones varoniles marcadas, suspiraste y te abalanzaste hacia él siendo recibida de manera inmediata por su inmenso brazo en la parte baja de tu cintura y la otra en tu nuca atrayéndote en un adictivo beso.

Eras la más pequeña de aquella base, de primero habías sido rechazada debido aquella altura pero luego supieron tus dotes en desactivar bombas, camuflarte y obtener información que fuiste aceptada sin reproches, los soldados te hacían un uso, Horangi otro.

Eras tan pequeña y ligera para él que el tomarte en brazos hasta cargarte no era difícil, eras como una muñeca para él, en todos los sentidos.

Las manos grandes de él se colaron en los bordes de tu pijama haciéndote suspirar sin detener el beso, pedias a gritos aquellos labios después de varios días sin verse debido la avecina de una misión y él estaba ocupado con el Coronel.

—Maldición, no sabes lo mucho que quiero probarte.—pidió deslizando sus manos por mi pijama.—No te pediré permiso, eres mía.

Aquello te hizo jadear al sentir como te bajaba, de agacho ante ti quitándote el pijama y tu ropa interior junto el resto de tu ropa, sonreiste timida pero él no lo noto, solamente quito su ropa rápidamente.

—Ven aquí muñeca.—tomó tu mano.

La apretaste antes de sentir como él te subía en sus brazos hasta sus hombros haciéndote jadear ante la postura, estabas sentada sobre sus hombros dejando a la perfección la vista de tu zona.

Bajaste tu rostro viendo como él besaba la cara interna de tus muslos con adoración hasta tu zona haciéndote jadear.

—No sabes lo mucho que te necesité estos días.—murmuró.—Eres una maldita obsesión.

Sonreíste pero al poco tiempo dejaste de hacerlo al sentir su lengua en tu clitoris haciéndote ahogar el gemido debido que no podían hacer ruido, gemiste mordiendo tus labios con fuerza sintiendo como él te tomaba con necesidad.

A pesar de la excitación podías sentir la incomodidad de aquella postura pero dejabas de sentirla al sentir como pasaba su lengua de un extremo al otro haciéndote lloriquear.

Te probó al menos un minuto para que lo obligaras a bajarte y así lo hizo, solamente te siguió en silencio hasta la cama donde lo hiciste sentarse para luego colocarse en sus rodillas con las piernas abiertas.

—Muñeca necesitamos un con...—habló pero lo callaste al sentarse por completo en su miembro efecto haciéndolo jadear llevando su cabeza hacia atrás.

Colocaste tu mano en su boca para empezar a moverte sin detenerte de atrás hacia al frente con rapidez, siempre lo habían hecho con protección pero al hacerlo sin esta se sentía genial y más cómodo.

Horangi gemia en tu mano con fuerza ya que evitabas que se escuchara, tú controlabas tus gemidos pero no tus jadeas y el sonido del chapoloteo que hacia sus dos zonas al rozarse.

Las manos de Horangi apretaban con fuerza tus caderas sintiendo las uñas incrustarse en tu piel, quitaste su mano con cuidado.

—Duele.—gimoteó.—Maldición, te mueves...—sus palabras quedaron en el aire al momento que sentiste aquel líquido dentro de ti, jadeaste y te hundiste más.

Sin embargo no te detuviste, seguiste ahora brincando en él buscando tu liberación con necesidad, ahora él estaba acostada en la cama respirando rápido mientras tú te movías con rapidez.

Ya no callabas tus gemidos, poco te importaba ahora ya que Horangi se movía por ti tomando tu cintura y casi rompiéndote, cuando sentiste aquel conocido cosquilleo te ibas a mover pero Horangi te detuvo de golpe.

—Duele.—reprochó en un jadeo.—Te sientes demasiado bien.

Sonreíste y te moviste, fue cuando el soltó un jadeo antes de que sintieras aquel líquido caliente dentro de ti haciéndote suspirar.

Horangi se quedó en completo silencio antes de que sintieras como te rodaba en sus brazos sin salir de ti, suspiraste al notar como caminaban hasta el baño de la habitación en completo silencio mientras tú estabas aferrada en sus brazos.

El Horangi después de haber estado juntos era el que más te gustaba, era cuidadoso y cariñoso, se empeñaba en que estuvieras limpia para ambos poder ir a acostarse en la cama con cariño.

Su mano se deslizaba por tu espalda haciéndote suspirar, estabas inclinada con tus brazos en su pecho y te hacía sonreír al verlo guiñarte un ojo.

—Me gusta esto.—sonreíste.

—A mí me gustas tú.—ladeó la cabeza poniendo su mano desocupada detrás de su cabeza.—Desde que te vi por primera vez.

Sonreíste tímida y lo miraste mejor, era guapo, era alto, no tan formado de músculos pero bastante bien en su aspecto, su cabello era corto que caía cuando no tenía puesta la máscara, sus ojos rasgados completamente sin párpado, pero te hacía suspirar de enamoramiento.

—Te extrañe estos días.—murmuró.—No te veía en ningún lado al menos para complacerme en la vista.—sonrió burlón.

Tus mejillas de pusieron coloradas al recordar como él decía lo mucho que le gustaba verte con el pantalón del uniforme, te quedaba bastante apretado que hacía lucirte mejor, según su excusa era de que jamás había visto una chica con forma corporal como la tuya.

Solo británicas y asiáticas, no como tú, no habían dos como tú, eso solía decirte.

—Te adoro.—soltó en el aire aquellas palabras haciéndome suspirar y sonreír para darle un beso esquimal.

—Te amo Horangi.

One shots| Call of DutyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora