La noche caía fría y pesada sobre los hombros de Aela, quien veía dormir a Jaenna y Daella entre los brazos de Jacaerys, la princesa estaba tan despierta que ni verlos dormir le daba sueño. Rhaegar jugaba con las trenzas de su madre, pues él bebé parecía tampoco tener sueño. A Aela y a todos les sorprendía lo mucho que él bebé estaba tan pegado a su madre siempre, la acompañaba siempre y trataba de nunca dejarla sola. Cuando Aela estaba mal, Rhaegar también. Era casi... casi como si él pudiera sentirla, igual que ella podía sentirlo a él. Era quizá horrible decirlo, pero era muy probable que Rhaegar hubiera heredado la maldición de Aela y eso le destrozaba por completo el corazón a la princesa.
–¿Tienes miedo, bebé? –Aela rozó con delicadeza el labio de su hijo–. Yo lo tengo. –admitió.
La princesa sentía una intranquilidad en el pecho, casi como si fuese miedo. Habían pocas veces que Aela había sentido miedo en su vida, y esa sin duda era una de ellas. No sabía por qué razón se sentía así, pero abrazó a Rhaegar como si fuese lo único que le quedará. Se recostaron junto a Jacaerys y las niñas, pero ni eso parecía ayudarlos a dormir. Era muy tarde, quizá sería peligroso que Aela sacará a Rhaegar de su habitación, pero lo hizó y caminó con él hasta la sala de la mesa pintada. Lo dejó un momento sobre la mesa y fue en busca de los pergaminos que no hace mucho convirtió en varios libros. En Rocadragón habían cientos de escritos en la lengua Valyria y muchos más en lengua común, Aela amaba leerlos y traducirlos.
Le dio una pluma, tinta y un pergamino a Rhaegar para que dibujará, mientras ella se disponía a leer un poco. Ya había leído la mayoría, si no es por decir todo lo que se encontraba en esa pequeña biblioteca de la mesa pintada. Se preguntó si en los pasadizos habría más cosas. Tomó a Rhaegar en brazos y bajo hasta una sala escondida en los pasadizos, ahí también habían muchos pergaminos y libros. Todos firmados por diferentes personas o simplemente anónimos.
Encendió todas las antorchas del lugar para poder ver a Rhaegar y leer a la vez, dejo a Rhaegar en uno de los sofás y tomó un par de libros de las estanterías. Eran escritos en Valyrio, que Aela podía jurar que databan de muchos años atrás. Quizá incluso antes de la maldición de Valyria.
Con una punzada demasiado dolorosa en su corazón se quedó inmóvil un momento y luego de exhalar aire caliente, volvió a la normalidad. Ahora sentía un vacío enorme en su corazón, como el que sintió cuando Saera murió. Tocó su pecho afligida y Rhaegar hizó lo mismo, ambos estaban igual de inquietos y juntos llegaron a la conclusión de que leerían un poco para despejarse de lo que sentían. No funcionó. Leyó todos y cada uno de ellos en tiempo récord, pero nada la aliviaba ni a ella ni a su bebé.
La princesa no sabía cuánto tiempo habían pasado ahí dentro, pero ni ella ni Rhaegar parecieron notar cuando amaneció y pasaron las horas. Salieron del lugar sin ninguna pizca de sueño y cuando por fin llegaron a su habitación, Jacaerys y las niñas ya no estaban.
Bajaron hasta el salón del trono, encontraron a unos pocos guardias que les informaron que Rhaenyra y Daemon se encontraban con Rhaenys en la sala de la mesa pintada. Fueron con ellos, pero al llegar se llevaron la peor noticia que pudieron darles: el rey había muerto. Su madre temblaba, lloraba y gritaba adolorida. Su parto se había adelantado. Aela empezó a sentir su dolor al instante y junto con su madre, terminó gritando del dolor. La princesa Rhaenys se llevó a Rhaegar, que lloraba al ver a su madre y abuela en ese estado tan doloroso y triste. Rhaenys también fue en busca de sus nietos.
–Jace, Luke –los llamó mientras entrenaban en la arena de la playa.
Jacaerys corrió a cargar a Rhaegar y al verlo llorando se preocupó.
–¿Le sucede algo a Aela?
Jace sabía de la condición de Rhaegar, presentaba los mismos síntomas que Aela cada vez con más fuerza. Con el tiempo había encontrado la forma de aceptar que su hijo había heredado la maldición de Aela.
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Dragon's Blood I: Pureza de sangre
FanfictionAela Targaryen, dispuesta a dar su vida por los que ama, una guerrera nata e inteligente, todo lo que la sangre de dragón es. La princesa Aela Targaryen, la verdadera sangre de dragón... Tan bella como la luna y tan peligrosa como la noche, eso era...