XXXIV-Te querré siempre

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En Volantis, a muchas horas de distancia de Rocadragón, Jace, Aela y sus ahora tres hijos disfrutaban de la compañía de la vieja tía Saera. Había pasado mucho tiempo desde que la habían visto por última vez, desde el nacimiento de su último bebé y eso había sido ya hace un año. Saera amaba la compañía de sus sobrinos y nietos, después de todo, la mayoría de sus hijos habían ido yéndose poco a poco, la visitaban de vez en cuando, pero casi nunca estaban con ella. Aela lo sabía y ahora, sentía como Saera se desvanecía poco a poco, quizá incluso fuera momento de despedirce de ella para siempre...

Mientras estaba sentada a su lado recordó la primera vez que la vio, tan hermosa y joven, ahora era mucho mayor, pero a los ojos de Aela ella seguía siendo increíblemente hermosa. La princesa Aela había querido a Saera desde el principio, aun entendiendo las razones por las que huyo de casa; se sentía tranquila con ella, quizá la idea de que Saera había podido iniciar de cero la mantenía con fe de que cualquier cosa que ocurriese, siempre encontraría el camino a la felicidad.

–Jaenna es muy juguetona, ¿cierto? –la princesa Saera cargaba como podía a la pequeña bebé de un año.

–Rhaegar y Daella no la soportan mucho, –admitió Aela viendo a los niños de dos años jugar con su padre–  Ellos son demasiado tranquilos y cada que Jaenna llora corren por todos lados para evitarla. Rhaegar a veces trata de hacerla reír, pero Jaenna solo ríe con su padre.

La princesa miró directo a su esposo, en como jugaba con sus hijos y los hacía volar por los aires como si fueran en dragón. Junto a Jacaerys había comprendido que las familias perfectas podían existir, por que para Aela la perfección era ser genuino y ser feliz; la familia de Aela y Jacaerys era genuina y Feliz: perfección.

Aela volvió a cargar a Jaenna en sus brazos y acarició las mejillas sonrosadas de la pequeña. La bebé era tan linda y tierna, Aela quería apretarla entre sus brazos y nunca soltarla. Tenia el cabello castaño como Jacaerys y los ojos violetas tan oscuros que parecían negros, era igual de pálida que Aela, pero con las mejillas demasiado rosas como las de Daella. Aela jamás lo admitiría frente a nadie, pero cuando veía a Jaenna, sentía tanto amor que era capaz de explotar. Siempre había querido hijos que se parecieran a Jacaerys, en especial porque quería guardar el recuerdo de su esposo para siempre, Jaenna se parecía mucho a Jace, no solo en apariencia, también en carácter.

Saera y Aela decidieron dar un pequeño paseo mientras Jace y los niños jugaban dentro, la mayor le enseñaba su pequeño jardín con flores violetas y amarillas, le explicaba como las cuidaba. A Aela no le gustaban mucho las flores, pero dejo que Saera le hablara interminablemente de ellas solo por complacerla. Saera se fue agotando poco a poco y terminaron yendo a la habitación de la anciana. Aela la ayudo a tumbarse en la cama y se sentó a su lado acariciandole la hermosa cabellera plateada.

–Esta bien, ¿sabes? –murmuró Aela consolandola–. Aun que no lo queramos ya es momento, tía.

Saera sonrió con todas sus fuerzas, acarició con nostalgia las mejillas de Aela y en un leve murmullo dijo:

–Mi... hermana estaría tan orgullosa de ti –los ojos violetas de la mayor brillaban de puro dolor–. Le contaré de ti, Aela, le hablaré a todos de ti. Estoy segura que Baelon... Dioses, Baelon te amaría con locura absoluta.

Aela derramó un par de lagrimas ante tales palabras de su tía. Se sentía tan conmovida que quería abrazarla y llorar hasta que todo regresara a la normalidad. En esa angustia se arrepintió por no haberla visitado más seguido, pero entre tanto viajes reales no había tenido tiempo. Se había pasado un año junto a Jace y los niños visitando los siete desde el norte hasta oldtown, incluso llegaron a pasarse una pequeña temporada en Dorne. Ahora, cambiaría incluso la buena relación que habían conseguido con Dorne por pasar más tiempo con Saera.

Dragon's Blood I: Pureza de sangre Donde viven las historias. Descúbrelo ahora