XLVIII-La venganza del dragón

54 9 0
                                    

Eran largos los meses que habían pasado ya del año 131 d.c. La reina Aela Targaryen no se había dejado ver ni una sola vez, más bien, el Rey Aegon, segundo de su nombre, no había dejado que nadie la viera ni supiera de ella. Él único que podía acercarse a ella era su guardia juramentado, Ser Lissander Flowers, un bastardo de la casa Tyrell que se hacía llamar Slash. La reina lo adoraba y era su única y más grande compañía.

-El rey piensa que le soy completamente leal, pero usteded mejor que nadie sabe que vivo por usteded, su majestad.

Aela lo sabía, no le quedaba ni una duda de eso. Tomó una de las manos del Ser y lo condujo hasta el balcón de sus aposentos. La reina lo tenía en mucha estima.

-Al otro lado -señaló El basto mar que se extendía frente a sus ojos-. Tengo un imperio creciendo bajo mi control. Cuando recuperé el trono y ponga a mi hermano en el, tú y yo iremos allí. Quiero que estés a mi lado cuando recuperé lo que se me ha arrebatado.

La reina Aela aun no reconocía a Slash como un bastardo Tyrell, prefería seguirlo viendo como Slash, su amigo más cercano en toda esta gran desgracia. Ella lo quería mucho, y se había prometido a sí misma recompensarle todo lo que estaba haciendo por ella.

-Aún no no me queda claro como conseguiremos librarnos de esto.

-Tengo un plan -terminó por decirle-. Vidriagón esta herida, pero pronto se recuperará. Cuando sepa que Vidriagón esta bien, asesinaré a Aegon y la montaré para terminar con nuestros últimos enemigos. Bajare, y convertiré a Aegon en rey.

-Sigo sosteniendo que la corona le pertenece a usted.

-Lo hace -confirmó Aela sin inmutarse-. Pero, ¿por qué quedarme con este reino podrido si puedo crear el mío propio? Además, los dioses quieren a Aegon El menor en el trono. No se porqué, pero mis sueños... hablan más que cualquier cosa y es terrorífico lo que puede llegar a suceder si Aegon no asciende a ese trono.

Slash aun no entendía muy bien como funcionaban los sueños de Aela, pero ella sí lo hacía.

Al principio, los sueños se manifestaban de manera intermitente e intrusiva, ahora, ella podía controlarlos con la práctica. Los dioses le mostraban lo que necesitaba ver, pero con determinación, en algunas ocasiones, terminaba viendo lo que ella necesitaba, burlando a los dioses.

Nadie puede burlar a los dioses a excepción de que seas Aela Targaryen.

-Haré lo que usted me pida, su majestad.

-Si ese es el caso, necesito que consigas esto con el maestre.

°°°°

Las noches siempre eran las más difíciles para Aela, eran los únicos momentos en los que Slash no podía entrar a su habitación, tenía que estar completamente sola. Tampoco podía dormir, cada que cerraba los ojos miraba a sus dos pequeños hijos que ya no estaban con ella, al pequeño Viserys, que en realidad se llamaba Baelon y a la pequeña Viserra que en realidad se llamaba Aemma. Aela se lamentaba no haber podido protegerlos, se culpaba más que nada y cada noche pedía perdón a Jacaerys por no haberlos cuidado como se debía.

Su único entretenimiento era leer y leer y leer los libros en su habitación. No hacía nada más, no hablaba con nadie más y no miraba a nadie más que a si misma. Odiaba verse vestida de verde, pero eran los únicos vestidos que Aegon le enviaba y ni siquiera tenía criadas para bañarla o cambiarla, tenía que hacerlo sola. ¿Eso era ser reina? Aela pensaba que era lo más denigrante que le había pasado nunca.

Dragon's Blood I: Pureza de sangre Donde viven las historias. Descúbrelo ahora