XLVI-Un ntento fallido

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La reina Aela Targaryen lloraba sobre el pequeño cuerpo sin vida de su hijo Viserys, al que ella en solitario prefería llamar Baelon. El pequeño había pasado a mejor vida no hace mucho; sin embargo, Aegon había esperado demasiado para contarselo a la madre de pequeño.

-Aela, ya basta -la voz de Aegon salía sin ninguna gota de empatía, era dura y fría-. Deja de llorar así.

-¡Mi hijo esta muerto, Aegon! ¡Muerto! -la reina gritó tanto que sintió como se desgarrada su garganta de puro dolor y ardor. El sentimiento en su pecho era desesperante y extremadamente doloroso.

Alicent estaba al lado de Aela, parecía incluso más afectada que Aegon, pero aún así no demostró querer tranquilizar a Aela en lo absoluto. Se apartó de ella y la dejó sola, cargando con el pequeño cuerpo de Baelon.

‐¿Ahora qué haremos? No tienes un heredero -observó con desdén a Aela-. A pesar de que desde un principio repudie tu matrimonio con ella, te dio un hijo. Resolvió nuestros problemas por un tiempo y ahora ya no sirve.

Aela se sintió totalmente horrible por los comentarios fuera de lugar de Alicent. ¿No veían que su hijo estaba sin vida entre sus brazos? ¿No sentían ni un poco de pena por ella? La platinada quería gritar, llorar más alto y maldecir a todos.

-Me queda Viserra.

Aemma, quedaba Aemma, se repitió Aela. Odiaba que llamaran a su hija por otro nombre, odiaba que Aegon se hubiera tomado la libertad de nombrarlos. Ahora Baelon descansaba en sus brazos y sería recordado por el nombre que Aegon le había puesto: Viserys. De igual forma, no dejaría que Aegon convirtiera a la niña en su heredera. Antes muerta.

-Y la princesa Jaehaera, mi rey. En todo caso, su heredera es la princesa Jaehaera. -habló Lord Corlys haciendo que Aegon por fin recordara que aun le quedaba una hija de su antiguo matrimonio-. Que bien podría desposar al príncipe Aegon.

¿Desposar a Aegon y Jaehaera? ¿Unos niños? No. Aela no lo permitiría. Preferiría morir y ser entregada a a un dragón qué ver a su hermanito casado con la hija de Aegon.

-¡Sobre mi cadáver! -Aela se puso firme y levanto la mirada hacia Lord Corlys.

Lord Corlys suspiro ante la interrupción de Aela, últimamente su nieta no podía ni verlo sin tener ganas de asesinarlo. Ahora, en la situación en la que se encontraban, le parecía absurdo a la reina hablar de compromisos sobre su pequeño hermanito mientras el cuerpo de su hijo permanecía en sus brazos.

-Son unos niños. -paso de largo, sin mirar a nadie-. Nadie hará nada con ellos.

-¿A donde vas? -la detuvo Aegon.

-Mi hijo necesita un funeral.

Fulminó a Aegon con la mirada, quien aparta la mano y deja que Aela siga su camino aún con su pequeño en brazos.

-Lo siento mucho, Baelon -susurró cerca de la cabeza del niño-. Tú padre habría cuidado mejor de ti.

Pero Jacaerys ya no estaba, no podrían confirmarlo porque su amado esposo ya ni siquiera respiraba. Aela se sintió débil, impotente, estaba sola, completamente sola. Sus hermanas estaban muy lejos, Aegon no era más que un niño al igual que sus hijos. Estaba completamente sola, cargando a una familia que estaba por desaparecer si permitía qué Aegon siguiera así. Debía hacer algo rápido.

°°°°🐲

Al lado de la pira solo se encontraba Aela y su pequeña Daella. Baela aun no podía salir de los calabozos y Aegon prefería mantenerse lejos de la dragona de su hermana. Vidriagón había encendido la pira funeraria, pero había decidido volar lejos luego de eso. Aegon y la reina Alicent permanecía mucho más alejados de lo normal.

Dragon's Blood I: Pureza de sangre Donde viven las historias. Descúbrelo ahora