XXII-Último dragón

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—¿Esas eran las escapadas que tú y Vidriagón hacían luego de visitar Runestone, Aela? —la princesa asintió un poco avergonzada por haberle ocultado eso a su hermano, ellos no tenían secretos—. Creo que estoy un poco molesto de que no me hayas llevado antes, la tía Saera es increíble.

Aela asintió, ella lo era. Aela amaba tanto a Saera que ya tenía un vínculo con ella, el mismo que tenía con su familia, el mismo que la hacía sentir los sentimientos de cada uno de ellos. Pensó que quizás ese vínculo solo era una carga más para ella, una carga al igual que la que soportaba ya por su familia, pero no le importaba, estaba dispuesta a soportarlo, ya había soportado muchas cosas antes.

—Lo siento, has estado ocupado con Baela y su dragona desde hace mucho tiempo.

Jacaerys suspiró.

—Moondancer no está lista. No se si en algún momento lo esté, Baela empieza a desesperarse y eso solo daña más el vínculo.

—Quizás Moondancer solo espera el momento indicado para unirse a Baela —murmuró la platinada—. Falta un poco para que puedan volar juntas.

—Tú lo sabes, ¿no? Sabes porqué Baela aún no puede montar a Moondancer, ¿cierto?

Claro que ella lo sabía, no por completo, pero sabía lo necesario como para saber que aún faltaba tiempo  para que Baela pudiera montar a Moondancer.

—No estoy muy segura, pero digamos que Baela y Moondancer tienen una misión especial y es por eso que aún no puede montarla.

—¿Sabes de que se trata la misión?

—No estoy completamente segura, pero defiende a alguien o a algo, no lo sé, los sueños no son siempre claros.

—Te admiro mucho, Aela —admitió el castaño tomando la mano de Aela entre la suya—. Eres fuerte para soportar esos sueños, has pasado por mucho y sigues en pie. Creo que por eso eres la mayor, porque tú eres la única con la fuerza para mantener unida a esta familia.

Aela sonrió avergonzada. Resivía muchos cumplidos por distintas cosas diario, pero casi nunca de Jacaerys y no uno tan profundo como ese. Abrazó al castaño y este la apretó aún más contra él. Aela llevaba pensándolo todo el día, ¿Sería momento para decírselo? Ella no lo sabía, pero si sabía que nunca era mal momento si querías a alguien.

—Madre y yo hablamos sobre mi futuro matrimonio hoy —murmuró aún abrazando a Jace—. El tema la tiene un poco sensible.

—Ni lo menciones, esta igual conmigo. Quiere comprometerme con Baela.

—¿Tú quieres comprometerte con Baela?

Esta vez ambos se miraron a los ojos, se perdieron en ellos y con la respiración entrecortada Jacaerys habló:

—Ya he escogido a mi futura esposa y madre de mis hijo —paso una trenza delgada tras la oreja de Aela y acaricio el pómulo de esta con la mano—. Espero que ella también me escoja a mi.

Aela sintió como su corazón se quemaba por dentro, pero no era malo, era bueno; era un fuejo abrasador y acogedor que le encantaba. Tomó el rostro de Jace entre sus manos y lo acercó.

—Ella ya te ha escogido.

Jace sonrió y poco a poco juntaron sus frentes, sus narices y sus labios se rozaron de la manera más hermosa y dulce posible. Jace la tomó de la nuca y profundizó el beso de una manera encantadora y adorable que a Aela le gustó y le lleno el corazón. Ambos profundizaron el beso y en medio de esa serie de caricias Aela sintió una punzada en su cabeza que luego pasó al vientre, le dolía, como si le estuvieran desgarrando con una daga.

—¿Qué ocurre? —Jace tomó la cara de Aela, pero esta no aprecia reaccionar por el dolor—. Aela, mirame, ¿que ocurre?

—Mamá, mamá.

Rhaenyra había entrado en labor de parto. Ambos corrieron hacia los aposentos de su madre, donde seguro se encontraba ya. Jacaerys sabía lo duro que era para ambas los partos de la princesa heredera, duraban días y con mucho dolor. Era tortuoso para Jacaerys verlas sufrir así. Y era aún más tortuoso para ambas ese dolor.

—¿Donde esta Daemon? —preguntó el castaño mayor tomando en brazos al pequeño Aegon.

—Llevo a la princesa Baela a Driftmark con su abuela —dijo la criada—. Enviamos un cuervo, pero hace mal tiempo, no sabemos si llegará.

Jacaerys y Aela palidecieron. Rhaenyra gritaba del dolor y ambos sabían que Daemon debía estar con ella. Ambos cruzaron miradas y silenciosamente pactaron su próximo movimiento. Jacaerys llevó a todos los niños fuera y los dejo con Rhaena y Luke, Aela se despidió de su madre y fue hasta la playa, donde Vidriagón ya la esperaba lista para volar.

La criada tenía razón, hacía mal tiempo y Aela apenas podía ver dos metros delante de ella. Tenía miedo y dolor en todo su cuerpo, pero tenía que llegar a Driftmark con su padre de una vez o jamás se lo perdonaría. Voló por un tiempo a una altura extremadamente absurda, así evitaba chocar con alguna torre que no pudiera ver por la neblina. Llegó al castillo por los pelos. Ya había empezado a llover y cuando desmontó se empapó por completo.

Las criadas la recibieron con preocupación abrigadola, teniendo miedo de que pudiera enfermarse, pero Aela nunca se enfermaba, era inmune a todos las posibles enfermedades mortales. Pidió audiencia con su padre lo más pronto posible. Las criadas corrieron a buscarlo y Daemon llegó rápido a los aposentos donde habían llevado a la princesa.

—Mamá está en labor de parto, tienes que irte ya —la princesa temblaba bajo las mantas, era inmune a enfermarse no al frío extremo de una tormenta—. Esta mal. Puedo sentirlo. Algo no está bien, papá.

Daemon no lo pensó dos beses. Corrió para besar la frente de su hija y luego salir a buscar a Caraxes. Aela esperaba que Daemon llegara a tiempo para poder ver nacer al pequeño.

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Aela había decidido quedarse en Driftmark con sus abuelos y su hermanita, no tenía las fuerzas necesarias para volar debido a los dolores de parto que sentía. Antes, cuando era más pequeña no llegaba a sentir esos dolores, ni siquiera cuando nació el pequeño Aegon. Normalmente eran dolores del alma, podía llegar a sentir la desesperación y angustia de su madre; pero ahora, además de sentir el dolor y la angustia, podía sentir como su cuerpo temblaba cada vez que el de Rhaenyra lo hacía. ¿Así era un parto de verdad? Aela no quería pensar en eso. En especial porque ahora uno de sus sueños era ser la madre de los hijos de Jacaerys.

—Tranquila, linda —decía su abuela Rhaenys—, todo saldrá bien. Ya pasará, ¿sí?

Las criadas trajeron más leche de amapola para Aela. Trataban de mantenerla lo más adormecida posible.

Pasando las horas de parto el dolor empezó a disminuir hasta ser casi nulo. Aela por fin dejó la leche de amapola y su abuela se encargo de que le prepararán un baño extra caliente para que se relajarse. Aela se lo agradeció y permaneció sola en sus aposentos. El calor de la bañera la hacía sentir más calmada, aunque en su corazón una tormenta la mantenía despierta y alerta. Su madre había dado a luz a un último dragón. Aela no podía soportar la tristeza que eso significaba, y tampoco podía con la culpa de nunca poder decírselo a su madre.

—¿Por qué me hacen esto? —Aela se acurrucó en la tina, con sus rodillas pegadas a su pecho—. ¿Por qué me obligan a cargar con todo esto a mi sola? ¿No se supone que los Dioses tienen que hacerlo solos?

<<Es lo que tienes que pagar por existir, princesa>> —murmuró una voz hermosa y casi angelical— <<tú nacimiento trajo desgracia y lamentablemente lo tendrás que pagar con fuego y sangre>>.

Aela sollozo. No sabía que culpa tenía ella de nacer para que tuvieran que castigarle así, pero tampoco se dejaría vencer por dioses malvados que un día simplemente habían decidido maldecirla. Ella sería más fuerte que eso.

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11/02/2024

Dragon's Blood I: Pureza de sangre Donde viven las historias. Descúbrelo ahora