XLIV-Rhaenyra Targaryen

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Los rumores la despertaron cerca del anochecer, el pequeño Aegon seguía dormido en la cama mientras ella permanecía sentada en el suelo al lado de este. Decidió salir después de tomar su daga y esconderla entre sí capucha. Le dio un último beso a Aegon y salió encontrándose con varios hombres fuera de la bodega.

–Enhorabuena, mi señora –dice el barrigón–. Pensamos que dormirían para siempre.

–Le hemos traído comida, por si usted y el pequeño lo necesitan.

El hombre apuesto, que no parecía tan mayor, le ofreció una bandeja con dos platos y bebidas.

–Quizá no esté acostumbrada a esto, pero necesitan comer.

–Gracias.

Regreso a la bodega para darle de comer a Aegon, luego volvió a recortarlo y el niño se quedo dormido. Ella no podría volver a dormir, por lo que salió de ahí y se dirigió al borde del barco, le gustaba ver el mar turbulento, le recordaba a Laenor y Luke, aun que eso también la ponía muy triste de vez en cuando.

–¿No está cansada, mi señora? –el joven llevaba una cuentas cajas que parecían muy pesadas, pero sorprendentemente las cargaba como si nada. Las dejo a un lado y se recostó a su lado contra la madera del barco–. Debería dormir un poco más.

–No creo poder hacerlo.

El hombre asintió.

–Queda poco para el amanecer y falta aun menos para llegar a Rocadragón. Debería despertar a su hijo y esperar al fondo para desembarcar.

El hombre parecía ansioso por hacer que Rhaenyra se retirará de la vista de todos, lo cual la alertó aun más.

–¿Sucede algo?

–Mi señora –miro hacia todos lados en busca de alguien–. Debería tomar mi consejo. Escondase hasta que desembarquemos.

Los ojos grises del joven brillaban bajo la luz de la luna descendiente. Rhaenyra no sabía distinguir entre alguien confiable o no, ya había cometido muchos errores antes, pero algo dentro de ella le decía que él muchacho escondía algo y que, de alguna forma extraña, tenía razón.

–¡Slash! –esa era la voz del señor barrigón–. ¡Slash!

–Tome a su hijo y no salgan a la luz hasta que desembarquemos.

Tomó nuevamente las cajas y las llevo con él. Rhaenyra corrió hacia la bodega en busca de Aegon, pero el pequeño no estaba. Comenzó a entrar en pánico, ¿por qué no estaba ahí en la bodega? Salió estrepitosamente y se encontró a su hijo sin su capucha rodeado de los hombres con varios cuchillos.

–¿Qué hacen?

–¡Mamá!

Observó a Slash, el joven con varios cortes en los brazos que le había advertido esconderse, la observaba con pena y lastima. De inmediato, recordó el dragón dorado pintado al costado, no solo era un barco comerciante de Rocadragón, era un barco comerciante de Aegon.

–Mi señora, o debería ser, ¿mi reina? –El barrigón ríe a carcajadas–. No se puede llamar reina si no reino más de medio año.

–La reina de medio año, capitán –sonrió malévolamente otro hombre.

–Si, la puta reina de medio año. Rhaenyra Targaryen.

°°°°🐲

Ese día, Aegon estaba extrañamente amable: había permitido que Baela, los bebés, Daella y Aela salieran a caminar por la playa luego del desayuno, permitió que comieran juntos a la tarde y que durmieran la siesta con ella. Por la noche, invitó a comer a todos, incluso a Baela que prácticamente era una prisionera.

Dragon's Blood I: Pureza de sangre Donde viven las historias. Descúbrelo ahora