Habían volado poco en realidad, pero Aela se sentía tan cansada y sofocada que al momento de pisar tierra de loa Royce se descompenso bajo las alas calidas y negras de Vidriagón, la dragona rugió tan fuerte que los lugareños corrieron a refugiarse y los demás dragones se pusieron hostiles. Daemon fue el primero en acercarse a su hija, la cargo en sus brazos y la llevo dentro del castillo donde la resivían todos. Aegon y Jace fueron los últimos en entrar, haciendo que las personas se asombraran al ver a más de dos príncipes Targaryen en Runestone.
Cuando Aela se encontró mejor, fueron a la sala príncipal, la que llamaban salón de visitas: una modesta habitación con un trono de pieda y runas en ella, el asiento ancestral de los Royce. Aela entro en la sala con la cabeza en alto y fue directa a su trono bajo la atenta mirada de sus tíos moternos (la familia Royce) y de su primo Andar, que debía tener más o menos la misma edad de Aegon el mayor. La princesa se sentó en su trono y Aegon y Jace la admiraron al verse tan imponente con su traje de montar y au diadema de oro para volar; la princes invitó a su padre, a su primo (Aegon) y a su sobrino (Jace) a pararse a su lado en el trono y cuando estos lo hicieron la escena era tan encantadora y hermosa que las personas del lugar se emocionaron.
—He escuchado que el pueblo pide mi presencia —comenzó Aela tan segura de sí misma para tener solo 13 años—. Aquí estoy. Hagan que mi tiempo valga la pena.
Daemon sonrió ladinamente orgulloso de su hija, quien había demostrado ser una copia exacta de él en cuanto a personalidad y carácter.
El prímero en acercarse al trono y hacer una reverencia fue su tío materno, Gunthor Royce, el mismo que había iniciado las revueltas. Aela sabía que él no la quería ni un poco, pero sabía que su hijo Andar si; Aela, aun teniendo 13 años, sabía como jugar al juego de tronos y sabía como usar a Andar a la perfección.
—Dime, querido tío. Tu señora esta aquí para escuchar tus plegarias —Aela sonrió sarcasticamente, sabía que a su tío le altetaban ese tipo de cosas, que ella fuera tan sinvergüenza y tan identica a Daemon.
Daemon no podía sentirse más orgulloso de su hija, la miraba en ese trono y solo podía imaginarla en el trono de hierro junto a Jace. Soñaba con ver el día en que sus dos hijos reinaran juntos, aunque eso significaba perder a Rhaenyra. La imagen de Jace y Aela lado a lado, siendo reyes le fascinaba y destruíría a quien se interpusiera en el camino de sus hijos.
—Se me ha prometido algo, querida sobrina —Argumento lord Royce poniendose de pie y perdiendo la paciencia—. Mi hijo, Andar y usted estan comprometidos.
—No oficialmente —rebatió Aela antes de que su padre dijera algo que pudiera dejarlo mal—. No recuerdo haber cerrado ese trato.
—Usted no, pero su madre...
—Mi madre, mi querida madre esta muerta —la voz de Aela se quebró. Podría parecer falso, pero Aela la quería por haberla protegido cuando era una bebé—. Lastimosamente no pude conocerla, por lo que desconozco cuales eran sus deseos sobre mi futuro esposo, mi Lord.
El salón se sumió en murmullos de las gente noble que ahí había. El maestre se acercó a Aela, quizas para advertirle que no fuera tan dura con Gunthor, pero esta ni siquiera le permitió acercarse. No confiaba en los maestres, solo en uno y nada más porque era de confianza de au madre. Daemon volvió a reír divertido, era espectacular como si hija era tan increíble; él estaba miy orgulloso de Aela.
—Mi princesa, señora —volvió a hablar Gunthor, solo que ahora con un tono más molesto y prepotente—. Se me ha prometido algo y quiero que se cumpla la palabra de su madre. Sino, ¿por qué debería gobernar usted Runestone? No es más que una extrangera para nosotros. Viene cada tres lunas y no pasa más de unasnpocas horas aquí, practicamente Lady Arryn se encaega de todo y ella...
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Dragon's Blood I: Pureza de sangre
FanfictionAela Targaryen, dispuesta a dar su vida por los que ama, una guerrera nata e inteligente, todo lo que la sangre de dragón es. La princesa Aela Targaryen, la verdadera sangre de dragón... Tan bella como la luna y tan peligrosa como la noche, eso era...