Madrugar era un crimen y muchos éramos culpables, yo la primera. El avión salía a las ocho de la mañana y teníamos varias horas por delante, por lo cual a las cinco y media de la mañana tenía a mi padre con la olla en la puerta. No es broma. Quisiera decir que no vislumbré por el rabillo del ojo a mi señor padre con una cuchara de palo y una olla, dándole golpes con ganas, pero era así.
―Papá, los vecinos van a matarte ―dije hundiendo la cabeza en la almohada.
―Y tu madre a nosotros como no te levantes, ¿el despertador está de adorno? ―Inquirió abriendo las cortinas y las persianas.
―De adorno vas a estar tú como algún día vuelvas a coger la olla ―murmuré asomando media sonrisa.
La relación con mi padre era así de bromista, teníamos mucha confianza y aunque la gente lo viera como algo extraño... era y es mi mayor apoyo. Realmente éramos una buena familia, me hablaba con mi madre y mi padre, mi abuela paterna, mi abuelo materno y luego estaba mi abuela materna. No digo que me caiga mal, simplemente es ella. Digamos que haga lo que haga, seré algo extraño para ella. Me quiere, pero a su manera. Me quiere, pero para hacer de mí una muñeca como intentó con mi madre. Spoiler: no lo ha logrado después de diecisiete años.
¿La teoría de esto? Que según mi madre soy el karma reencarnado para llevarle la contraria a todo el mundo, pero sobre todo con ella. Empezábamos un debate, interesante cuanto menos, pero acabábamos discutiendo. No asimiló nunca que su nieta tuviera piercings, que vistiera de forma más... bueno, prefiero no decir la palabra que ella usó. No entendía cómo me educaban mis padres y yo no la entendía a ella, no por ello la quería menos, pero estaba ahí.
Después de que mi padre se dirigiese a la cocina, me detuve para vestirme. Unos tejanos cortos, deshilachados y de color gris desgastado, con una camiseta de Eminem, calcetines blancos y unas botas negras. Ante todo, comodidad. Di gracias de haberme lavado el pelo por la noche, porque a estas horas tan solo puedo dar las gracias por... nada.
Miré a mi alrededor, pero solo estaba la bolsa de mano, ni rastro de las dos grandes maletas. Di a entender que las bajaron al coche mientras yo dormía, ¿a qué hora decidieron levantarse mis progenitores? Me metí a desenredarme el cabello, algo indomable porque salió una mezcla extraña del liso de mi padre y del cabello ondulado de mi madre. Me lavé la cara y me fui a la cocina.
Olía a café, había tostadas con jamón salado, un zumo... pero vamos a ver, no estaba entendiendo nada. Hasta que vi el bolso de marca cara apoyado en el reposabrazos del sofá.
―Abuela ―dije alegre intentando no sonar falsa.
―¿Cómo está mi nieta favorita? ―Decía dándome un fuerte abrazo, yo era su única nieta.
―Bien, ¿todo esto es para mí? ―Señalé la pequeña isla de la cocina, repleta de comida.
―Lo que hay en el mantelito blanco es todo para ti, has de coger un avión con muchas horas por delante. No está buena la comida de aeropuerto, debes ir llena ―comentaba mi abuela.
¿Dónde estaba mi abuela María para traerme unos Manolitos? De los dulces a poder ser. Eran croissants y de los mejores, además.
Me senté en la silla frente a aquel pequeño mantel blanco (el único puesto en la mesa), mi padre hizo acto de presencia, miró la isla y luego a mí. Acto seguido, miró de reojo a mi abuela y luego a mí, tenía media sonrisa asomada en el rostro y quería reírse. ¿Podía lanzarle una tostada a mi padre por querer reírse de su pobre hija?
―Papá, no has desayunado ―dije inocentemente.
―Me he bebido un... ―Su suegra lo interrumpió.
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A TRAVÉS DEL MUNDO || BILOGÍA TIEMPO 2
Lãng mạn¿Por qué callar si nació gritando? Lucía es un terremoto, experta en romper las reglas y no ceñirse a ellas. Con un sueño por delante, se ve envuelta en situaciones en las que, para poder deshacerse del miedo que tiene adherido en lo más profundo de...