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TEO

Habíamos vuelto a Estados Unidos, los dos juntos en un avión y haciendo el paripé como si nada hubiera pasado. Tras aquella tarde, no tuve más remedio que volver a casa. A la suya, por desgracia.

Nadie me hizo ningún tipo de pregunta, aunque algo se olían porque Alejandro no estaba y Lucía tampoco. Sus padres estaban relativamente tranquilos y di por entendido que fue porque Alejandro estaba con ella, pero también todos me miraron esperando que diera algún tipo de declaración. No lo hice. No pensaba hablar de ello y menos sin Lucía, era un asunto de ambos.

Pasaron un par de horas hasta que regresaron, quise analizar bien a Lucía. Iba abrigada, le tuvo que traer todo el arsenal ya que ese día tan solo agarró el abrigo. Había pasado frío y por ello había venido con las mejillas como Heidi y la nariz de Rudolf, pero los ojos... había llorado un mar entero tal y como los tenía.

Realmente jodí a Lucía y fue en aquel momento que me entraron ganas de ponerme a llorar yo. Me sentía una mierda, pero eso no iba a llevarme a ningún lugar así que me mantuve sereno frente a todos.

Nos comportamos como hacíamos antes, no como en Utah si no como si siguiéramos odiándonos de la misma manera y con la misma intensidad de antes de que ella viniera. Aunque dudaba que fuera una actuación. A veces incluso nos limitábamos a ignorarnos.

Notaba sobre todo la mirada de Alejandro que iba alternando entre nosotros y supe una cosa: Lucía le contó todo. No me enfadó ese hecho porque si no, seguramente no estaría cogiendo este vuelvo hacia Utah y estaría encerrado en casa por mi madre. A pesar de tener dieciocho años, no tengo donde caerme muerto ya que no tengo independencia y los ahorros de los combates no son infinitos. No solo eso, le digo a mis padres que tengo un trabajo parcial y los ayudo económicamente. Al principio se negaron, pero no pudieron frenarme, iba a hacerlo de todas formas.

No hemos hablado en todo el trayecto de avión, se puso los cascos e hizo ver que yo no existía. Ambos queríamos hablar, pero éramos igual de orgullosos y ninguno daba el paso. Parecía que no habíamos aprendido nada.

Tan solo cogimos un taxi, me olvidé hasta de avisar a Ray de nuestra vuelta por lo que me ofrecí a pagarlo yo. Pero no. Lucía le dio las gracias al conductor y le dio un billete, no le dio el cambio porque se contaba como propina y se bajó hacia el maletero. Sacó la maleta a duras penas.

―¿Te ayudo? ―Me ofrecí.

―Ya la he sacado ―dijo dejándola en el suelo―. Gracias.

Arrastró la maleta hacia la residencia y la perdí de vista, el taxi se fue y yo me dirigí a ella también. Ya no estaba en recepción, no la veía por la zona.

―¿Ha subido una chica de pelo azul? ―Inquiero a la chica que está tras la barra de recepción.

―Sí, por el ascensor ―dice sin dejar de teclear en el ordenador.

Bien, pues puedo subir por ahí. Si no quiere que nos encontremos eso es lo que haré. Me dirijo al cuarto e introduzco la llave y mi primera visión me trae recuerdos del pasado: Ray y Trevor riéndose y hablando como si nada.

Durante mi estancia en Madrid he ido informándoles de todo por el grupo de WhatsApp que tenemos los tres, por lo cual, saben toda la movida y todo lo que sucedió con Lucía.

―¡El madrileño! ―Exclama Ray nada más verme.

Cierro la puerta tras de sí y viene a darme un abrazo, Trevor es más de darme la mano. Dejo la maleta a un lado y me siento con ellos en la cama, sé que tienen muchas preguntas, pero no sé si tengo demasiadas ganas de responderlas.

A TRAVÉS DEL MUNDO || BILOGÍA TIEMPO 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora