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Ver como Teo se subía a ese cuadrilátero me puso los vellos de punta. Una vez lo vi, en Madrid de hecho, pero era entrenando ya que nunca asistí a un combate (legal claro) de él. Lo vi darle hostias al saco infinidad de veces, no obstante, esto era otro mundo.

―¿Estás bien? ―Inquirió Christy, hablándome al oído.

El ruido era bestial, entre la música y la gente chillando apenas nos escuchábamos los unos con los otros. Le dije que sí, aunque una parte de mí estuviera pensando en salir por esa puerta y no volver a ver nunca más a estas personas, que, aunque fueran muy simpáticas no había venido a meterme en más dramas. Mi humilde vida.

Teo se estaba pegando como si una bestia surgiera de dentro de él, sin miramientos y con ganas. Me sorprendió, eso no puedo negarlo. Varias veces me llevé las manos a la boca, anonadada ante este suceso.

Dejó al tío en el suelo casi inconsciente, no le dio pudor alguno frenarse cuando vio que estaba perdiendo la noción del tiempo. ¿Por qué Teo actuaba así? Realmente me sentía como si viviera una doble vida, en cierto modo es mi culpa por haberme alejado tan bruscamente después de que él fuera dejándome de hablar poco a poco. Si hubiera preguntado, insistido o intentado arreglar lo que fuera que pasara, puede ser que ahora mismo no dejara a un tío inconsciente. Me bastó pestañear una vez para ver como lo nombraban ganador y se llevaban al tío más para allá que para aquí.

―Salgo un momento fuera ―le dije a Christy por encima del ruido apabullante.

Me abrí paso entre la gente hasta ver la salida que daba a la calle, un descampado lleno de coches (la mayoría lujosos). Rebusqué en el interior de la chaqueta, siempre lo llevaba encima y logré hacerme con un paquete.

Me lie un cigarro con toda la parsimonia del mundo, nadie notaría mi ausencia y necesitaba fumarme un cigarro. A estas horas de la noche corría brisa, pero no mucha como para helarse de frío. Intenté ponerme de forma que el tabaco no saliera volando y saqué el mechero, guardando de nuevo el paquete en uno de los bolsillos interiores junto al móvil.

―Vaya, una caja de sorpresas ―dijo... ¿Trevor?

―Vaya, parece que no lo sabes todo de mí. Un halago poder sorprender a alguien con algo de mi existencia ―me burlé.

―Soy más de los verdes, sinceramente.

―¿Trevor?

―¿Ya has olvidado mi nombre? ―Dijo en un tono dolido, visiblemente fingido―. Pues mira que es fácil de recordar, Lucy.

―No recuerdo todos los nombres que me dicen, si eso te sirve de consuelo, Trevor ―dije remarcando su nombre.

―¿Me lías uno?

―¿De cigarro?

―A menos tengas marihuana ―decía encogiéndose de hombros.

―Habré hecho muchas cosas en mi vida, pero fumarme un porro no entra en una de aquellas listas de "cosas que hacer antes de morir".

Saqué el paquete de nuevo, con el cigarro en mi boca apagado y se lo lie como buenamente pude a pesar de la brisa que corría. Puso mis manos alrededor de las mías para que el aire no interfiriera, alcé la mirada mientras le pasaba la lengua al papel de liar. Creo que mi vida cada vez se volvía más surrealista.

―Toma ―le pasé el cigarro.

―Qué arte.

―Años de práctica, ¿no deberías estar con Teo?

―Debe estar dándose una ducha y arreglándose para el fiestón, bebes alcohol ¿no?

―De las drogas más peligrosas que consumo a día de hoy, sí, esa es una de ellas.

A TRAVÉS DEL MUNDO || BILOGÍA TIEMPO 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora