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Empiezo a alejarme de Teo, ando por las calles mientras escucho el eco de mi nombre proveniente de su boca. Ni si quiera me detengo, no freno el ritmo de mis pasos torpes hacia la nada.

He perdido a Teo entre el gentío, en estas épocas las calles están tan llenas que no cabe ni un alfiler. Intento respirar hondo, pero la presión que ejerce el hecho de apenas poder caminar por la multitud hace que se me acelere el pulso y me cueste respirar.

No sé qué pensar y me duele mucho el corazón, ¿se puede morir alguien por ello? Sinceramente no lo sé.

He sido partícipe de un juego cuando nunca he sabido jugar. Me han colocado en un tablero como quien juega al Monopoly y he tenido que apañármelas a ciegas, sorda y callada.

A fin de cuentas, tenía razón, yo, quiero decir. Nunca fuimos nada, pero siempre hubo algo, por ínfimo que fuera y eso es quizá lo que me esté destrozando por dentro. Que nunca llegó a ser algo exacto, no tuvo nombre y tampoco supimos darle forma.

Ni si quiera me apetece abrir el móvil puesto que estoy segura de que la hija de Alicia ya se ha hecho viral en cualquier red social, tan solo de pensar en ese momento se me revuelven las entrañas. Teo sabía que quería hablar conmigo y dejó que aquello sucediera, un bonito recuerdo con un triste final. Cualquiera diría que estamos viviendo nuestra propia película, pero de aquellas que te dejan el corazón estrujado y las lágrimas a flor de piel, esperando la señal para ser lanzadas sin miramiento alguno.

Me detengo en una esquina al girar, ya ni si quiera veo a Teo y no sé cuantas calles he andado sin pararme a mirar por donde estaba pisando. Saco el móvil del bolsillo del abrigo, miro entre mis contactos con un escozor en los ojos.

Decido bloquear y borrar el de Daniela, no me aporta nada ahora mismo en mi vida y no necesito el recordatorio de lo que fuimos y ya no somos. Es aplicable a muchos aspectos de la vida.

Parezco serena, pero estoy al borde de ser la persona que arrasa hasta consigo misma, tragándome las lágrimas que no permito que salgan. Deslizo el dedo por la pantalla y le doy al botón de llamar.

―Hey ―saludan al otro lado de la línea.

―¿Puedes venir a buscarme? ―Inquiero nerviosa.

Llamo a la única persona que debí haberle contado todo en su momento y que me arrepentiré siempre de no haber contado con su ayuda desde el principio. Me habría ayudado. Me habría ahorrado todo eso y seguramente, Teo también.

Me odio por seguir pensando en su bienestar.

―¿Dónde andas?

Alzo la mirada y me doy cuenta de que con la tontería del andar sin rumbo he dado la vuelta y he acabado de nuevo en la Puerta del Sol. Le digo mi ubicación y me responde que pasa a buscarme en coche, me dice la calle en la que parará y que no tarda.

Me enciendo un cigarro mientras me dirijo al punto de encuentro, ya es raro que con lo que he ido moviéndome no haya optado por habérmelo fumado antes. La carretera está plagada de coches que vienen y van, la magia de la Navidad le llaman algunos. Tráfico es lo que suele ser.

Veo el coche acercarse y tiro la colilla al suelo pisándola para acabar de apagar lo poco que quedaba. Ojalá poder hacer eso conmigo misma, así como apagar la humanidad o algo por el estilo... en las series fantasiosas lo hacen y les va fenomenal.

Vivo en una triste y cruda realidad donde no hay cabida ninguna para hacer semejante cosa.

Me meto en el asiento del copiloto y agradezco que no se digne a hacer preguntas, doy por entendido que no tardarán en llegar. Tan solo alarga la mano y sube el volumen de la radio, lo miro de reojo y veo que tiene media sonrisa, algo apenada, pero es algo.

A TRAVÉS DEL MUNDO || BILOGÍA TIEMPO 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora