Capítulo 31

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Mi cuerpo dolía tanto que apenas podía moverme, estos días habían sido horribles desde que desperté. No había comido absolutamente nada ni siquiera tomando un poco de agua, mi cuerpo se sentía tan débil justo ahora que podía saber si dormía o simplemente me desmayaba. Los golpes que me dieron una vez desperté aún dolían y sangraba. Solo deseaba llorar y salir de aquí pero no creía que podía salir, por la menos no por ahora. ¿Cómo estará el?, ¿se abra enterado de que me atraparon?, ¿le habrá pasado algo?. Mi cabeza en estos momentos tenía tantas cosas que al mismo tiempo me dolía, era demasiado lo que estaba pasando. Ya había perdido la noción del tiempo, no sabía si era de día o de noche. No sabía que día era o cuánto tiempo he estado aquí encerrada sin siquiera poder ver a mi familia. Tenía miedo, si mucho miedo. Solo lloraba en una esquina y me abrazaba a mí misma tratando de darme ánimo y aguantar con la ilusión de volver a salir de aquí. 

Nunca había visto a Raguel o siquiera a Uriel tan molestos en toda mi vida como los vi ese día. Las preguntas que me hacían y como ni siquiera pestañaban cuando me daban latigazos. También sus duras palabras nunca se me iban a olvidar. 'Hazla pagar y enséñale que aquí se siguen los reglamentos', 'no la desterremos tan fácil, esta vez no será así'. Eran esas palabras las tan duras que ellos mencionaban una y otra vez.

-vamos..—la voz de un guardia hizo que volviera d emicmente y lo mirara un poco empañado por las miles de lágrimas que estaban en mis ojos ahora mismo..—levántate, tenemos que llevarte a otra celda.

Intenté levantarme un poco pero me fallaba mis piernas lo suficiente como para no poder caminar pero entonces sentí como alguien me levantaba del suelo entre sus brazo y pude descifrar que era Caius el amigo de Myles.

-acaso no ves que no puede caminar.—dijo de manera brusca y me llevo consigo a dios sabe donde me llevarían ahora.—tranquila, estarás en un mejor lugar con una mejor compañía.—dijo el suavemente y me logré arecostar en su pecho.—tus hermanos están bien, volvieron pero tuvieron que recibir un castigo pero ya están en casa con tus padres.—dijo el en apenas un susurro y por fin sentí un poco de calma y alivio de saber que ellos estaban bien.

-gracias..—dije apenas en un hilo de voz.

Sentí como unas cadenas caían y una puerta se abría acompañada de un fuerte ruido. Caius camino conmigo hasta que me colocó en un suelo y yo simplemente me volví a abrazar para darme aliento a mi misma.

-más tarde te traeré algo de comer y beber..—dijo Caius antes de simplemente desaparecer.

-ahora tienes con quien hablar de tus pecados ya que al parecer ambas le gusta lo mismo..—dijo el otro guardia y yo miré a un lado encontrando a una chica sentada abrazándose las piernas de igual manera que yo. Su cabello dorado cubría mayormente todo su cuerpo, su piel completamente pálida y delgada se ve que había sufrido mucho. Lo miré de mala manera porque su comentario tan fuera de lugar me molestó.

-por lo menos los pecados que cometemos no son tan graves como los que cometes tú.—comentó la chica un poco burlona.—no se cuál de los dos pecados podría ser peor. Así que mejor cállate la boca antes de opinar.

-contigo no perderé el tiempo.—respondió el y ella simplemente rio. La miré y pude verla un poco mejor. Sus cachetes eran rojizos, sus ojos eran color azules claros y su cabello color oro era realmente hermoso.

-¿y lo perderás con ella?.—dijo ella y soltó una risita.—no seas ridiculo. Déjala en paz suficiente ha tenido como para tener que aguantarte.

El chico no dijo ni una palabra más y se marchó completamente molesto. La miré a ella y ella sonrió un poco mientras se levantaba y se acercaba hacia mi. Estaba un poco herida pero era más bien sucia en vez de ensangrentada o lastimada como yo. Ella se colocó delante de mí y sonrió tratando de darme ánimos.

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