Odiaba este tipo de reuniones; siempre las había odiado. La idea de ir al castillo de Dawnridge era horrible; ese lugar era un circo y su avaricia desbordaba por dondequiera que la veas.
- Señor, estamos a unos cuantos metros del palacio. Por favor, no se olvide de sonreír -me dijo mi consejero.
Seguí las instrucciones de este y mantuve una sonrisa forzada en el rostro mientras el carruaje se acercaba al imponente castillo de Dawnridge. Por dentro, sin embargo, mi disgusto crecía con cada paso que dábamos hacia aquel lugar.
Recordaba las veces anteriores en las que había visitado el castillo, siempre llenas de formalidades y protocolos tediosos. Las interminables discusiones políticas y las negociaciones estériles me hacían desear estar en cualquier otro sitio que no fuera allí. Pero esta vez, la razón de mi visita era aún más desagradable.
No solo venía por la reunión del siglo de paz, sino que también tenía que tratar un asunto delicado con el Rey de Dawnridge, uno que podría poner en peligro la frágil paz entre nuestros reinos.
Al llegar al enorme portón del castillo y mientras este se abría, me preparé mentalmente para la montaña de falsedad y diplomacia que debía brindar hoy a los espectadores de la obra. Recordé las palabras de mi consejero, quien me había aconsejado sobre la importancia de mantener una fachada impenetrable, pero en lo más profundo de mi ser, sentía una mezcla de ansiedad y resentimiento hacia las expectativas impuestas por mi posición como Rey. Me acerqué al rey para saludarlo y pude notar que ambos estábamos teniendo una competencia por ver quién era más falso. Un olor a ácido emanaba de él. Luego, la reina consorte; la arrogancia y el narcisismo emanaban por sus poros, junto con un aroma a hormonas que era increíble para alguien de su edad.
La princesa, como dicen, la manzana no cae muy lejos del árbol; igual que su madre, su ego era demasiado grande y su olor a vainilla me pareció repugnante. Pude divisar a seis damas de compañía de la princesa, todas mimadas, pero dirigí mi mirada a una que parecía no encajar en el lugar. Tenía un olor particular, como a lavanda. Por último, el príncipe; le di un apretón de manos amistoso. Su olor a dulce era bastante aceptable, no como el de su hermana.
-Muy bien, terminamos con las formalidades. Pasemos al banquete -anunció el Rey de Dawnridge mientras nos guiaba a mi madre y a mí hacia las escaleras del palacio.
Al subir las escaleras y entrar a los pasillos pude empezar a sentir los aromas a comida y las flores. Tomamos asiento y tras un par de palabras y aplausos, comenzó el festín.
El gran banquete transcurrió con bastante política por aquí y por allá. Mis ojos comenzaron a divagar por toda la mesa hasta que se posaron en la princesa, quien me estaba mirando. Era de esperarse; las damas de compañía notaron mi mirada y comenzaron a actuar más "educadamente", excepto una que comía como un salvaje.
Dejé de mirar a las personas y me concentré en mi comida. Cuando todos terminamos, el rey nos invitó al salón de baile.
- Rey Aric, ¿le gustaría bailar? - la princesa me miró con un leve sonrojo. Podía oler su nerviosismo. Para mi desgracia, tenía que aceptar, ya que mi madre me estaba viendo y los reyes de Dawnridge también. Si la rechazaba, quedaría mal.
ESTÁS LEYENDO
Lazos de Luna
WerewolfLazos de Luna Un mundo dividido por antiguas rivalidades y secretos ancestrales. En este épico relato, seguimos los pasos de Emily, una joven cuya vida cambia drásticamente cuando se convierte en un peón en el juego de poder entre los reinos de Dawn...